CAPÍTULO 27

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—¡¿No estás nerviosa?!

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—¡¿No estás nerviosa?!

—Mmmm.

—Lehia —me mira con acusación—. Llevas una hora sentada ahí como si nada.

—Estoy meditando.

—Espero estés meditando sobre cómo excusarte por lo tarde que vas a llegar, porque te quedan veinte minutos.

Ignoro su comentario. Tal y como Rosa dijo, llevo una hora sentada sobre el suelo de mi habitación tratando de meditar y despejar mi mente; no puedo llegar a la casa de Nicolá estando al borde de la locura, necesito calmarme y canalizar todas las malas energías y las molestias, como las que Blake me está haciendo cargar. Pero todo esto ha sido difícil con Rosa insistiendo en elegir mi ropa durante más de media hora.

—¡Lehia! —rechista haciendo que pierda la concentración otra vez.

Mis ojos, antes violetas por mi poder, ahora vuelven a la normalidad y miran a la rubia con molestia. Lo último que quiero es hacerla sentir mal, pero si no logro que mi cabeza controle mis emociones, explotaré en el peor momento. La ignoro una segunda vez, para ahora cerrar mis ojos y tratar de encontrar la concentración.

—Blake es un idiota, no dejes que te arruine la noche —comenta—. Y déjame decirte que si te quedas ahí por un minuto más se lo estás permitiendo.

Respiro profundamente. Tiene razón, soy muy susceptible a absorber la energía de los demás trayendo abajo mi propio estado de ánimo, pero no se lo puedo permitir, ni a él ni mucho menos a mí. Ya tendré tiempo para abofetearme por ser una inútil.

—Bien, ya me estoy levantando —digo realizando la acción mientras levanto las manos en señal de rendición.

—Así me gusta.

Me dirijo al armario y reparo la ropa. Rosa comienza a hablar, pero no le presto mucha atención por estar pesando: todo me parece tan extraño; por alguna razón siento que algo está mal, pero no sé qué puede ser.

Al cabo de diez minutos, al fin estoy lista. Llevo un vestido largo color negro bastante sencillo con unos zapatos altos del mismo color. Resulta que la dichosa cena es más elegante de lo que pensé, por lo que, al verme por primera vez fundida en telas tan diferentes, me siento extraña pero hermosa. Podría acostumbrarme a esto sin problema. La ropa en conjunto con el lugar en el que estoy, me hace sentir como una princesa, como aquellas que reinaban hace siglos en los grandes castillos de los grandes reinos.

—Te ves hermosa.

—Gracias, Rosa. No podría haber deseado una mejor estilista —le agradezco, pues ella fue quién mandó a hacer este vestido para mí. ¿Qué tan buena persona debe de ser para considerar eso sin siquiera estar invitada a la cena? No me debe nada, y aun así siempre está ahí para mí.

—Oh, ya sabes, multiusos —dice con fingido ego para luego soltar una pequeña risa que me contagia—. Ven, déjame tapar esos moratones y esas ojeras que cargas, linda.

Almas Puras | 1  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora