CAPÍTULO 14

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Estoy atada a una silla en medio de un gran salón, colmado del monótono color blanco

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Estoy atada a una silla en medio de un gran salón, colmado del monótono color blanco. No hay ventanas y no hay ninguna puerta. Es como si hubiera sido encerrada, encarcelada. Levanto mi vista y veo muchos dispositivos médicos, tecnología que monitorea mucho más que mis signos vitales.

—Eres muy valiente, mi pequeña, espero que me hagas sentir orgulloso algún día.

Una grave voz, carente de emociones, aparece de la nada y cuando dirijo mi vista en el frente me encuentro con la cara de mi tan conocido padre.

—Seré tú orgullo y la salvación de tu raza... Lo prometo —sale mi voz con firmeza, aunque no soy consciente de esto. Es como si un sonido estuviera siendo reproducido desde mi garganta aun cuando se lo prohíbo.

Entonces el dolor aparece y cualquier rastro de mi padre se va junto con la calma. Enfoco mi vista al cielo raso que destaca de las paredes por ser un poco más monótono y envolvedor. Siento que la blancura de su tono me traga, dejándome abrumada y desolada.

Mi cuerpo se tensa cuando las agujas penetran mi piel y mi aura violeta se despierta con recelo, buscando la amenaza. Pero no grito, no desgarro mi garganta por ayuda. Al contrario, mi mente parece querer arrojar en contra de mi voluntad palabras de consuelo y valentía, palabras que una guerrera diría. Palabras de una salvadora, de una heroica luchadora sin propósito aparente.

El dolor se intensifica una vez más y, a pesar de que quiero, no puedo reprimir el gruñido que se escapa de mi garganta, anunciando la absoluta tortura que estoy viviendo. Pero mi obsoleta convicción se mantiene firme, dejándome saber que esto tiene un propósito, dejándome saber que yo merezco esto solo para poder salvarlos. Humanos.

—No paren. Aumenten la frecuencia a diez.

Escucho la voz de mi padre que, con odio, incita a sus subordinados para que aceleren el proceso.

Siento que mi límite es alcanzado luego de miles de horas siendo torturada y por fin me dejo caer en la inmensa negrura, disfrutando de la inconsciencia maquiavélica que sus tinieblas me ofrecen.

Abro los ojos con alarma tras haber estado soñando con un recuerdo no muy placentero. Miro a todas partes mientras mi pecho sube y baja con frenesí, con mi cara bañada en sudor. Busco con desespero alguna cara conocida, alguna cara que me de confianza y me reconforte.

Vacío.

Me incorporo buscando una mejor vista de donde estoy. Me encuentro en una habitación bastante pequeña, sus paredes se desintegran con lentitud cuando el polvo que antes era concreto se comienza a desprender. Bajo mi mirada y me veo tendida sobre una cama de sábanas rojas y desgastadas, que en algunos lugares tienen huecos y que está bastante polvorienta.

Siento la brisa en mi rostro y me giro en dirección a esta. Al frente de la cama hay un gran hueco rectangular en el que antes hubo algún bello cristal, que le otorgaba la connotación de ventana a lo que ahora solo es vacío.

Almas Puras | 1  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora