Capítulo 14 | El Hysteria

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CONNOR

Connor Blackwood había tenido que pedir favores para dar con el dueño del Lamborghini negro que llevó a las dos intrusas hasta La Glimera. También había tenido que utilizar alguna amenaza para dar con el posible paradero de las dos chicas. Finalmente, también se vio obligado a recurrir a los sobornos para no acudir a aquel paradero él solo.

El primer favor se lo había concedido Noah Andrews, hijo de Jordan y primo suyo, aunque no sanguíneo. La relación entre ambos era muy buena y más de una vez habían salido juntos por el centro de Chicago. En cierta manera, Noah había sido muchas veces el hermano mayor que Connor no tenía.

Esta estrecha relación se debía a que Noah fue durante años el novio de su hermana Nicole, cuando Connor era tan solo un niño. Todo el mundo pensaba que ambos jóvenes iban a marcarse y unirse, pero la desgracia que sufrió la familia de Noah fue suficiente para que la relación no saliese adelante. Al final, su hermana conoció a John Woodrow, su actual cuñado, y Noah se desvinculó en gran medida de La Glimera. Nunca quiso formar parte de La Hermandad, y no porque no valiese para ello. Desde hacía muchos años, Noah Andrews era uno de los inspectores del FBI más reputados de la costa este de Estados Unidos. Estaba especializado en casos sin resolver de desapariciones y homicidios de niños y adolescentes.

—¿Y solo quieres que mire la matricula en el sistema?

—Sabes que no tenemos acceso a ese tipo de información, son humanos —había dicho Connor antes de darle un trago al botellín de cerveza—. Hasta La Glimera tiene sus límites.

—Te enrollaste con una de ellas y le diste vía libre para irse ¿No? —Noah parecía divertido, ni siquiera estaba sorprendido. Connor le había lanzado una mirada, pillado en falta como un niño.

—No uses tus estrategias de interrogatorio conmigo, Andrews.

El segundo favor se lo había arrancado al chófer del Lamborghini tras haber conseguido su matricula y ubicación. Le había empujado hacia el lujoso vehículo, agarrándole por las solapas de la chaqueta, hasta que consiguió algo que valía la pena escuchar.

—Vale, vale —el hombre, cincuentón y de aspecto totalmente inocente temblaba nervioso—. Yo... yo es que no sé quiénes eran, de verdad, se lo juro, de vez en cuando traslado a las chicas de mi jefe donde ellas quieran, son todas unas caprichosas y... seguro... seguro que... bueno, yo estoy convencido de que eran prostitutas. Yo solo pensaba que las llevaba a una orgía en casa de algún rico...

—¿Prostitutas? —Connor se había inclinado más a él con serias dudas. Estaba más que convencido de que esa chica jamás había sido mordida, era prácticamente imposible que fuese una esclava de sangre. Pero, al fin y al cabo, ese hombre tan solo las tomaba por humanas—. ¿Dónde?

—¿Do... dónde qué?

—Quiero una lista de todos los sitios de alterne o locales de fiesta a los que ha ido tu jefe en las últimas semanas, con todo detalle.

Ahora se encontraba en las puertas del Hysteria, junto con Emmet Stirling, al que había tenido que sobornar para tenerle como acompañante. El Hysteria había sido uno de los principales lugares al que el dueño del Lamborghini negro había acudido en las últimas semanas y de forma asidua. Connor no había pisado nunca ese lugar, pero sabía que desde hacía meses era el local de moda para muchos miembros de La Hermandad y la aristocracia que englobaba La Glimera. Eran pocos los humanos que pisaban ese sitio y los que lo hacían tenían mucho, mucho dinero. Por eso mismo le había llamado tanto la atención ver el Hysteria en el listado que le dio el chófer.

Pese al éxito de sus pesquisas, Connor Blackwood no se encontraba de buen humor, no había dormido y se sentía ansioso. Emmet no estaba en condiciones mejores, parecía querer pegarle.

Cuando fuiste mía (LA GLIMERA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora