Capítulo 42 | La Elegida

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GRACE

Cuando Grace puso un pie en La Resistencia y el portón de hierro se cerró a sus espaldas, el silencio se cernió sobre ella de manera implacable. Ese fue el primer síntoma, la primera alerta. Aquel lugar, peligroso y repleto de entes antinaturales, jamás estaba en calma.

El corazón le latió con violencia y Grace se encogió en sí misma, sin ser capaz de agudizar ningún sentido, sin escuchar nada más que sus latidos, frenéticos, golpeándole las costillas con fuerza. Se quedó paralizada, aterrorizada, porque supo que ya la habían detectado.

La habían olido, todos y cada uno de los licántropos que habitaban esas paredes.

Y la habían sentido, todos y cada uno de los seres oscuros, lánguidos, demoniacos, que sucumbían a la vida sangrienta que también podía ser ese lugar.

Grace tembló, sin atreverse a moverse, a romper el frio silencio, el reinado de esa tensa calma. Se obligó a controlar su respiración, a mitigar el temblor de su cuerpo. Tenía que hacerlo. Tenía que subir hasta su apartamento, coger sus cosas, sus ahorros, y huir de allí.

Era capaz de lograrlo.

Sintió el dolor emanar de ella y se aferró con fuerza a la barandilla de la escalera. Cogió aire y se armó de valor. Puso un pie en el primer peldaño y el sonido hueco de la madera resonó en el edificio.

El corazón se paró en su pecho.

Solo un segundo después, un grito agudo rompió el silencio.

A partir de se instante, los recuerdos que quedarían en Grace serían retazos de terror y tristeza. Una sensación nebulosa impregnaría todos ellos, impidiéndola volver a revivir los minutos que marcarían un antes y un después en su vida.

Impidiéndola rememorar el momento en el que quedó excluida de la propia marginación, de la clase social más baja de su submundo, del único hogar que había conocido hasta entonces.

Recordaría subir las escaleras corriendo, saltar los peldaños de dos en dos, con la ansiedad y angustia recorriéndole las entrañas.

Recordaría el sonido de las puertas abrirse a su paso, el rostro borroso de innumerables seres saliendo a su encuentro. El tacto de sus manos intentando tocarla, agarrarla, atraparla.

Recordaría los gritos, los chillidos, las risas de hienas haciendo eco en las escaleras.

—¡Puta!

—¡La zorrita de los Blackwood!

—¡Maldita escoria!

—¡Maldita ella y malditos todos!

Recordaría ojos sangrientos, pasos frenéticos, música estridente.

Recordaría el dolor en las sienes cuando la atraparon, la humillación cuando rompieron la tela de su jersey, el terror cuando agarraron su cuello para ver su marca.

—Vamos a tener que probar lo mismo que ha probado ese príncipe.

Recordaría los rostros torcidos de demonios viperinos, mezclas de nosferatus, sombras sucumbiendo a su pánico en cada recoveco de ese edificio, alimentándose de sus emociones. El hedor de su excitación.

—¡Ábrete de piernas, preciosa!

—Eres nuestro regalo de La Glimera.

—La concubina de la realeza nos ha visitado...

Recordaría las manos cerniéndose sobre ella, los rostros contraídos, las bocas grotescas. El pánico que inundó su mente y sus sentidos, que tensos no eran capaces de ver más allá. Sus manos intentando buscar la magia, conectar con ella. Los gritos que no fue capaz de exteriorizar, el dolor de su garganta agarrotada del miedo.

Cuando fuiste mía (LA GLIMERA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora