Capítulo 25 | Nuestro trato

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CALLUM

Hacía apenas media hora que las primeras luces del alba alumbraron el último piso de uno de los rascacielos de Chicago. El ático de Callum Waldorf. Apoyado en la repisa de los altos ventanales de su apartamento, él observaba el cielo encapotado de ese frío día de noviembre. Y esperaba.

Unos minutos más tarde, Alexia Waldorf entraba por la puerta principal, tranquila, con un vestido de cóctel color negro y un abrigo de cachemir rojo. Demasiado arreglada para ser tan temprano. Callum se apoyó en la repisa de los ventanales, con una sesgada sonrisa, observándola. Ella levantó la mirada mientras se acercaba a él en silencio, abriéndose los botones del abrigo. 

—Has madrugado demasiado... —comentó Alexia.

—¿Lo has pasado bien? —preguntó Callum con suavidad. Cuando la tuvo a su altura, deslizó una mano por su cintura, bajo la tela del abrigo, y la pegó a su cuerpo.  

—No ha estado mal... —Alexia movió ligeramente el rostro y sonrió ligeramente—. Aunque las habitaciones del Hotel Park Hyatt ya no son las mismas.

—Hunter debería haberte llevado a otro sitio... —Callum acarició la parte baja de su cintura y besó su cuello. 

—Deberías llevarme tú a algún otro sitio... —apuntó Alexia sintiendo la erección de Callum en sus caderas. 

Callum le quitó el abrigo por los hombros, haciendo que cayese al suelo, antes de perder una de sus manos en el rostro de Alexia, deslizando sus dedos por el nacimiento de su pelo.

—Creo que antes deberíamos hablar.

—Me preguntaba cuánto ibas a tardar en querer hacerlo —Alexia se apartó de él con una suave sonrisa y se quitó los altos tacones—. Me prepararé un baño. Te espero.

Callum se fijó en el cuerpo de Alexia, alejándose por el pasillo, dirigiéndose a la habitación privada de ambos. Meditó unos instantes, observando de nuevo los rascacielos de Chicago, pensando cómo abordar el asunto que les atañía de nuevo después de cinco largos años.

Francesca Eastwood.

En sus cientos de años de viva, Callum Waldorf nunca había tenido esclavas de sangre para conseguir favores sexuales o dar rienda suelta a su violencia, como la mayoría de los amos. Sí había contratado a prostitutas, más de las que podría enumerar, dispuestas a sucumbir a todos los oscuros deseos y fetiches que pudiese tener.

Francesca fue su primera esclava. La compró para evitarle la muerte y el sufrimiento de otros dueños. Era muy joven cuando llegó a sus manos. Una princesa que se había quedado sin su legado, sin el reinado que le correspondía por nacimiento, y que había sido castigada a la exclusión. El hecho de que Valeria Lancaster, un ser de luz, se convirtiese en un ángel caído con poder suficiente para ser la legítima reina del inframundo, de seres demoniacos como él, fue un golpe del destino.

Ningún demonio reconoció a Valeria como su reina y gobernanta. Fueron muchos los grupos que se organizaron para matarla y muchos más los intentos que se llevaron a cabo. Casi todos liderados por Francesca. Así fue hasta que Valeria Lancaster demostró realmente el poder que tenía y mató a muchos de los que intentaron eliminarla. A Francesca le perdonó la vida, pero la condenó al exilio, a la esclavitud.

Aún recordaba la locura y violencia de los ojos de Francesca, su sed de venganza, cuando decidió comprarla. Entonces, Callum Waldorf ya era uno de los hombres de más poder en el consejo de Estado del inframundo. No fue difícil llevarse a su casa a una heredera exiliada pero cotizada por cientos de hombres como él.

Comprar a Francesca Eastwood fue el primer gran error.

El segundo gran error, fue concederle el favor de comprar a Alexia.

Cuando fuiste mía (LA GLIMERA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora