Capítulo 30 | La Resistencia

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ALEXIA

Callum Waldorf entró en su ático de The Loop a primera hora de la mañana. Las luces del alba apenas se abrían paso entre los nubarrones de Chicago, dotando a la ciudad de una atmósfera lúgubre, densa. Esa sensación de ahogo también la sentía Alexia, esperándole.

No había dormido. Había contado las horas, los minutos y los segundos, hasta que vio su cuerpo fuerte y firme entrar por la puerta.

Esperarle a él no le quitaba el sueño. Le quitaba el sueño la perturbadora sensación que se había adueñado de ella desde hacía demasiadas horas.

Sabía que había estado con Francesca. Podía saberlo por su posición corporal, relajada. Por el olor a jabón mezclado con un aroma más, ligeramente metálico. Por la intuición desgarradora que nacía de lo más profundo de su alma.

Nunca en su vida le odió tanto.

Alexia levantó la mirada y en su rostro no se reflejó ninguna emoción, ningún sentimiento. Dibujó una suave sonrisa, con calma, como cualquier otra mañana. Tranquila y distante.

—Buenos días —saludó, untando mermelada en su tostada. El desayuno ya estaba dispuesto en la mesa del salón—. ¿Qué tal con Minerva? Pensé que llegarías más temprano.

Callum dejó la chaqueta del traje sobre el sillón de cuero blanco. Se sentó frente a ella y le indicó a su submís que le llevase un café con tan solo un gesto.

—Todo bien, no tenía previsto estar toda la noche fuera —Callum la miró, seguro en sí mismo, y le devolvió la sonrisa—. Se hizo tarde. 

Alexia se fijó en él. No era la primera noche que pasaba fuera de casa. Y no sería la primera que la pasaría fuera con Minerva. Era una de las mujeres con las que Callum Waldorf solía relacionarse fuera de su matrimonio. Una de las prostitutas de lujo que le permitía ser él en su completa y oscura naturaleza.

—Pareces cansado —Alexia dio un mordisco a su tostada, tranquila.

—Lo estoy, ha sido una noche larga —Callum dio un largo sorbo a su café en cuanto lo tuvo frente a él. Miró a Alexia a los ojos, directo. Ella permaneció serena—. Te lo compensaré con la cena de hoy.

—Sabes que no hace falta, son tus dos noches a la semana.

—¿Dónde vas? —Callum la observó en ese instante. Alexia estaba ya vestida, cómoda pero elegante, preparada para irse.

—Daré un paseo por Lincoln Park —dijo con calma, terminándose su café, obligándose a abrir su estómago—. Después quiero hacer unos recados.

—¿Qué recados? 

Alexia le devolvió la mirada. Tras unos segundos, se levantó despacio y se acercó a él. Callum deslizó las manos por su cintura, abrazándola, apoyando la cabeza en su pecho. Por su condición de demonio, él no tenía sentido del olfato. Jamás podría imaginar todo lo que Alexia intuía solo por su olor. Lo percibió ahora más cerca, más palpable. 

El aroma intrínseco de Francesca y de su sangre.

Alexia reprimió los deseos de abrirle el cuello y le devolvió el abrazo.

—También quiero recompensártelo, esta noche —dijo con suavidad. Callum levantó la mirada, estudiándola. Ella ladeó el rostro, acarició su mentón—. Deberíamos hacer ya las paces.

—Está bien, pero que Ruslan te acompañe —dijo Callum, refiriéndose al chófer de confianza que enviaba siempre con ella.

—Por supuesto —Alexia se inclinó y le dio un suave beso en los labios. Tras unos instantes, Callum decidió soltarla.

Cuando fuiste mía (LA GLIMERA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora