Capítulo 44 | Mentira

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GRACE

Grace despertó cuando lo hicieron las primeras luces del alba. Los rayos luminosos y anaranjados del amanecer se colaban por la ventana, dotando de una calidez transitoria a una habitación de hospital que hasta entonces había estado envuelta en una inquieta y desoladora calma.

El sonido de un murmullo llegó a ella desde lejos. Voces atenuadas por los susurros, amortiguadas, que parecían encontrarse aún en sus sueños.

"Estaré aquí, siempre...".

En su duermevela, apacible, se extrañó del silencio reinante en La Resistencia. Echó en falta el sonido estridente de la música, los portazos en los descansillos de las escaleras, los pasos de sus vecinos en el piso de arriba e incluso la voz de Francesca, ligeramente molesta cada mañana.

Francesca.

La irrupción de la ansiedad y la angustia fue extremadamente rápida. Intentó abrir los ojos, sin éxito. Se encontraba muy débil, totalmente exhausta. Una sensación plomiza recorría todos y cada uno de sus músculos, impidiéndola moverse, pensar e incluso respirar.

Le faltaba el aire.

Sintió el tacto cálido y suave de una mano junto a la suya, la caricia tierna de un pulgar sobre su piel. Y la pérdida de ese contacto, un instante después, le causó una extraña sensación de vacío.

Olía a sándalo.

—Lo siento... —la voz de Connor llegó a ella distorsionada, lejana—. No he logrado nada.

—Gracias por intentarlo —susurró una mujer.

Le dolió el pecho.

—Vete a costarte —la suave voz de otro hombre llegó a ella—. Debes recuperarte.

—No, estoy bien —Connor volvió a hablar—. Esperaré fuera.

El olor a sándalo se intensificó y su cuerpo tembló, inconsciente, cuando sintió el suave roce de unos dedos sobre su pelo. Las lágrimas comenzaron a amontonarse en unos ojos que no se abrían, mientras la parálisis envolvía cada nervio, cada sentido, con la clara impresión de que iba a morirse.

Y con la sorpresa de que esa posibilidad ya no le asustaba.

—¿Grace?

No pudo respirar.

—¿Grace? —la voz de Connor resonó en la habitación, angustiada—. Está temblando.

—¿Qué? —identificó la voz de Cassidy. Sintió que alguien volvía a coger su mano—. Tranquila, estamos aquí.

Escuchó el sonido amortiguado de unos pasos y una puerta cerrándose. El pulso se le aceleró cuando las sombras bajo sus párpados comenzaron a ser reales, grotescas.

La silueta de un monstruo cerniéndose sobre ella.

Francesca...

—Shh, tranquila... —susurraron a su lado—. No pasa nada, estamos aquí contigo, respira despacio.

Grace tembló bajo el cuidado de sus padres, junto a la cama. Apenas podía sentirles, percibir la ternura con la que intentaban guiarla, porque lo único que sentía era dolor y miedo. Un terror indescriptible a que volviesen a atacarla la paralizaba.

—Puedes hacerlo, Grace —escuchó de nuevo—. Tranquila...

Abrió los ojos con lentitud, encontrando una habitación borrosa y cálida, de tonos claros, iluminada por el amanecer. Las lágrimas surcaron por fin sus mejillas, liberándola, y se encogió en la cama al ser consciente de dónde se encontraba.

Cuando fuiste mía (LA GLIMERA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora