Capítulo 29 | No soy tu Nalla

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GRACE

El ruido ensordecedor de un timbre y varias voces, lejanas y desconocidas, despertaron a Grace de un sueño profundo. Tardó demasiado tiempo en abrir los ojos, se sentía agotada y desorientada. Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que aquella no era su habitación destartalada de La Resistencia.

Se desperezó, despacio y en silencio, ligeramente encogida en la cama de Connor Blackwood, y agudizó el oído. La puerta corredera de la terraza se abrió en la planta baja y Grace escuchó la voz de Connor y alguien más. Se trataba de Emmet, el contacto de Francesca dentro de La Glimera. Intentó discernir parte de la conversación, pero las voces se atenuaron cada vez más, hasta prácticamente convertirse en susurros.

Con cuidado de no hacer ningún ruido, Grace se vistió con una camiseta grande de Connor y se levantó de la cama. Se acercó a la barandilla, lo suficiente para ver sin ser vista, y en ese momento vio a Katherine. Supo que era ella, la hermana pequeña de Connor. La reconoció por las fotografías que había cotilleado y por el gran parecido que tenía con su hermano. Supuso que tendrían la misma edad, aunque vestida con el uniforme de un colegio privado, Katherine parecía más joven que ella.

Se sintió inquieta. Sabía que debería irse y, al mismo tiempo, su cuerpo se veía incapaz de hacerlo. Con cierta sorpresa, observó a Connor salir al aire frio de ese día de noviembre y sentarse junto a su hermana en uno de los sillones de mimbre de la terraza. No le gustó la sensación extraña que se acomodó en su estómago; la certeza de que Connor Blackwood era más de lo que aparentaba ser.

Aunque tampoco había vuelto a intentar conocerle.

Grace debió maldecir o quejarse, no estaba segura, porque los ojos de Emmet Stirling se clavaron al instante en el hueco oscuro de la pared en el que se encontraba. Supo que realmente no podía verla, pero sí sentirla. Grace no apartó la mirada de los ojos profundos y verdes de ese hombre, hasta que la puerta de la terraza volvió a sonar. Emmet rompió el contacto visual, inquieto, frustrado.

—Kath, te espero fuera —dijo Emmet con suavidad. Mantuvo la mirada unos instantes con Connor antes de salir al descansillo.

Katherine no le respondió. Grace la observó con curiosidad, captando el leve fragmento de debilidad de su rostro recomponerse con rapidez.

—¿Cómo se llama? —preguntó de pronto.

—¿Quién? —Connor intentó dirigir a su hermana hacia la puerta. Katherine chasqueó la lengua.

—¿Vas a llevar a tu invitada a la fiesta de tu hermana?

—¿Qué hermana? —Connor se hizo el desentendido—. Ah, sí. La de Nicole. ¿Cómo iba a olvidarlo? Si es mi hermana preferida.

La mirada de Katherine en ese instante podría convertir en hielo toda la extensión del lago Michigan. La risa de Connor fue genuina, con una expresión cálida y cercana, muy diferente a la que Grace conocía.

—Eres un auténtico idiota —le espetó Katherine.

—Y tú demasiado fácil, dios mío, tienes diecisiete años. Es hora de que superes este complejo —Connor suspiró y acercó a su hermana hacia él, dándole un reconfortante abrazo, besando su pelo con cariño—. No me hagas caso. Ni a mí ni a Emmet.

—Ya, claro. ¿La vas a llevar o no? —Katherine era incansable—. Podrías presentármela.

Grace se dio cuenta de que Connor parecía incomodo ante esa pregunta. Y supo que era porque él la percibía. Era capaz de saber si estaba despierta o dormida. Capaz de discernir dónde y cómo estaba.

—¿La vas a llevar o no? —Katherine le miró molesta—. Prefiero pasar la velada con ella, sea quien sea, que con la estúpida de Catriona Gibson. No sé qué le ves a...

Cuando fuiste mía (LA GLIMERA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora