Capítulo 17 | El castigo

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CONNOR

A Connor Blackwood no le costó mucho trabajo encontrar a esa bruja. Nada más entrar en el Hysteria permaneció junto a Emmet Sitrling en uno de los reservados más apartados, ajenos de miradas indiscretas, mientras recorría con la mirada toda la extensión del local y ponía en alerta sus sentidos. Olerla... solo necesitaba encontrar ese característico olor entre tanta gente. Salvia.

Para su sorpresa, vio y reconoció a esa chica antes de llegar a percibir su olor. Era ella. Tenía que serlo. Su cuerpo reaccionó de forma instantánea y el deseo, como un relámpago, le causó una de las erecciones más rápidas que tuvo en su vida. Su respiración se ahondó, densa, mientras clavaba la mirada en ella.

Ella, que andaba entre la gente cogida de la mano de una rubia.

Ella, con un vestido negro de lentejuelas, muy corto.

Ella, con el pelo oscuro, largo y ondulado cayendo por su espalda.

Connor se olvidó en ese momento de todo lo que le había llevado al Hysteria esa noche. Se olvidó de que aquella mujer era una ladrona. Se olvidó de la tiara. Se olvidó hasta de quien era él mismo, porque lo único que ansió en ese instante fue poseerla.

Hacerla suya.

Era suya.

Ese intenso deseo dio paso a una emoción mucho más profunda, más primitiva, cuando la vio bailar junto a su amiga, sensual, provocativa, atrevida. Ambas estaban dando un espectáculo tan erótico que a su alrededor se formó un circulo de hombres excitados, que dejaron de bailar para saborear el placer de observarlas. Las luces centelleantes del local se vertían sobre ellas, iluminándolas en su espectáculo, a punto de besarse. Y fue en ese momento cuando sintió la salvaje rabia recorrer sus venas, cegándole por completo.

Connor Blackwood recordaría salir del reservado de un salto, cruzar la pista de baile apartando a la gente a empujones, hasta llegar a esa mujer y tenerla finalmente frente a él. No había experimentado un instinto de posesión y una rabia similar en los años que tenía de vida. Nunca, jamás, ni en las peores peleas que había tenido como miembro de La Hermandad, se había sentido tan fuera de control como en ese momento.

Todo su cuerpo temblaba con una furia implacable. Su mirada, totalmente amarilla y salvaje, enfrentaba los ojos ahora asustados de Grace.

Quería castigarla.

Necesitaba castigarla.

Cogió a Grace del brazo y tiró de ella para sacarla de allí, para apartarla del centenar de ojos lascivos que la deseaban. Y para su sorpresa, ella se resistió. La voz gutural de Connor al inclinarse hacia su cuerpo y hablare al oído fue suficiente para obligarla a ceder.

—O vienes conmigo ahora mismo, o te encierro en La Glimera.

Y la sacó de allí a rastras. Todos los seres sobrenaturales que encontraba a su paso se apartaron, dejándole pasar, bajando la cabeza. Él era Connor Blackwood, el heredero de una posición, una corona. La chica buscó con la mirada a su amiga, pero no la encontró en ningún lado, y las sombras del Hysteria se cernieron rápidamente sobre ellos.

Lo siguiente que recordaría Connor Blackwood sería arrastrar a esa chica hasta uno de los reservados más privados del Hysteria y cerrar la puerta a su espalda de forma implacable. No le hizo falta cerrarla con llave, porque nadie en su sano juicio entraría en esa habitación, y Connor se aseguraría muy bien de no dejar que esa bruja se marchara de nuevo.

No quitaba los ojos de ella, la estaba devorando y al mismo tiempo la estaba detestando. Pudo ver cómo ella se movía inquieta, apartándose instintivamente de una cama redonda envuelta en doseles de colores oscuros y se acercaba a la pared, a la ventana. Estaba seguro de que ella ya había analizado la habitación y valorado todas las posibilidades de salir y escapar de allí. Solo que no tenia ninguna.

Cuando fuiste mía (LA GLIMERA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora