Capítulo 21 | Primer amor

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KATHERINE

Aquel día, la vitalidad innata de Katherine había simplemente desaparecido. Y algo más había mermado en ella, algo menos palpable, pero mucho más profundo. En ese instante, sentada en una de las vallas de madera de la finca de los Kensington, no podía quitar la mirada de los caballos, libres, en la extensión de campos silvestres. Le recordaban a Emmet.

Para Katie, ese día era uno de los más tristes que había tenido en su vida. No estaba acostumbrada a ello. Sabía que podía considerarse afortunada, porque nunca había experimentado ese dolor en el pecho, esa desazón en cada fibra de su cuerpo. No podía evitar pensar en que así debía sentirse un corazón roto. Algo que realmente no tenía sentido, porque su corazón nunca había sido de Emmet. Ni el de Emmet suyo.

A decir verdad, ni siquiera la amistad de Emmet había sido suya. Eso era lo más doloroso. No podía evitar recordar con extrema exactitud todas y cada una de las veces que había hablado con él, reído con él, bailado con él... y en como todas y cada una de esas veces, había sido ella quien había dado pie a esos momentos. Momentos que ella había atesorado con cariño. Momentos que para Emmet habían sido una obligación adscrita a su posición.

El corazón le dolía.

—Te he traído de vainilla, no he encontrado los que tanto te gustan —escuchó a su lado la voz de Gregory, sentándose junto a ella en la valla y tendiéndole uno de los dulces de la fiesta.

—Gracias Rory, pero no tengo hambre... —apenas dijo Katie en voz baja, utilizando su mote, obligándose a regalarle una sonrisa.

—¿Te encuentras bien? —Gregory acarició su rostro con cariño y buscó sus ojos, preocupado. – Podemos volver a La Glimera, si quieres.

—No, no... no quiero... —atinó a decir Katie volviendo la mirada de nuevo hacia los caballos. No quería volver a cruzarse con Emmet. Se angustiaba de pensarlo. La vergüenza la paralizaba.

Katherine se obligó a cortar el bollito en trozos pequeños para comérselos y así evitar tener que hablar. Era la primera vez en su vida que evitaba hablar con Gregory. Pero también era la primera vez que sentía que le había traicionado. De una forma extraña, sus emociones le habían traicionado. No solo se sentía avergonzada, también culpable.

—Entonces vamos a hacer otro plan —dijo Gregory de pronto, con una sonrisa misteriosa, mientras se levantaba de un salto y se ponía frente a ella, apoyando las manos a cada lado de su cuerpo en la valla.

—¿Otro plan? —Katie miró unos segundos hacia la casa. Su madre estaba hablando con el matrimonio Kensington, supuso que si ella desaparecía un rato no la echaría en falta—. ¿Qué plan?

—Nos vamos de excursión —Gregory le enseñó entonces una mochila que Katie ni siquiera se había dado cuenta que llevaba—. Sabía que ibas a odiar esta fiesta, así que esto es lo único que puedo hacer para animarte el día.

—Me conoces demasiado bien —dijo Katie con una suave sonrisa al mirarle. Gregory se inclinó hacia ella, besó sus labios y cogiéndola por la cintura, la ayudó a bajar de la valla.

Ambos echaron a andar por el campo silvestre, dirigiéndose hacia uno de los senderos. Gregory no compartía su ferviente pasión por la naturaleza, por esa libertad, pero sí se esforzaba por acompañarla en muchas de sus excursiones. 

Katie jugó algo inquieta con sus propias manos mientras observaba a los robles del bosque. Gregory también jugó algo inquieto con las suyas, mientras la observaba a ella.

—Katie... —dijo Gregory tras un silencio que duró demasiado, ya alejados de la casa—. ¿Qué ha pasado?

—No ha pasado nada, solo estoy un poco cansada —contestó Katherine, con una sonrisa que no subió a sus ojos.

Cuando fuiste mía (LA GLIMERA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora