EPÍLOGO

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SEIS MESES DESPUÉS

Grace Andrews observaba la fachada del edificio con absoluta fascinación. El colegio de estilo neoclásico, reconstruido a las afueras de Chicago, daba por primera vez la bienvenida a decenas de niños híbridos y huérfanos. Hasta ella llegaban sus risas, inocentes y emocionados por las expectativas de salir de sus orfanatos y vivir nuevas aventuras.

Y sus ojos azules se llenaban de emoción, porque lo había conseguido.

No había sido una tarea fácil, pero aquella era la única compensación que había pedido por sus diecisiete años de vida perdidos y la tragedia que golpeó a su familia. La posición de su madre en el Consejo y el apoyo por parte de todos los monarcas, habían facilitado su proyecto.

Sin embargo, la mitad de aquel mundo aristócrata todavía seguía viendo ese colegio como un punto de encuentro de seres desviados, antinaturales, mestizos y desventajados.

Y ella era y seguiría siendo, para ojos de muchos, una intrusa en ese palacio.

Nadie se atrevía a verbalizarlo, porque contaba con el apoyo incondicional de la familia Blackwood. No solo por ser la Nalla de Connor, sino porque realmente la querían y la respetaban. Su Naalum, además, la había presentado en sociedad como su pareja de vida, su Cáriad, sin permitir ni un solo comentario.

Junto a él había aprendido a permanecer siempre con la cabeza alta, a dejar atrás las inseguridades inherentes a su niñez.

Ahora, Grace quería que todos esos niños también aprendiesen a vivir así, sin sentirse inferiores, sin temer a nada ni a nadie.

Escondió una suave sonrisa y alzó la mirada para poder observarle. Connor la abrazaba por los hombros, a su lado, compartiendo ese momento vital para ella. Cuando la percibió, la miró con unos ojos rebosantes de amor y de orgullo.

—Mi gunnur —susurró junto a su oído—. Esto es todo obra tuya.

Los ojos de Grace se llenaron de lágrimas y negó, consciente de que jamás hubiese podido hacerlo, no sin él ni sus padres y su hermano, que también permanecían a su lado.

—Se te ha olvidado lo más importante, cariño.

Grace miró a sus padres y su sonrisa se ensanchó. Ambos permanecían juntos, con las manos entrelazadas, como siempre habían estado desde que la encontraron. Aún vivía con ellos y lo seguiría haciendo, al menos durante algunos años. Aunque no podían recuperar todo el tiempo perdido, no quería perder los nuevos recuerdos.

—¿Qué se me ha olvidado, papá?

—El nombre de la fundación —Noah se apoyó en su coche oficial del FBI, con un gesto obvio y divertido—. Llevas semanas dándole vueltas y el colegio ha abierto antes de tener un nombre. No podías ser perfecta.

—Soy perfecta —Grace le miró y sonrió, bromista—. Soy tan perfecta que por eso papá y mamá tardaron tanto en darte una hermana, tuvieron que pensarme muy bien.

Todos se rieron y Grace se acercó a su madre. Cassidy había sido su principal apoyo, su gran pilar, porque conocía tan bien como ella las dificultades que tenían niños sin recursos. Ahora, habían logrado darles una educación. El siguiente paso sería convertir aquel colegio en un internado, un hogar real para ellos, lejos de la frialdad del resto de instituciones. De todo ello se encargarían sus padres y cuando terminase sus estudios, Grace también se uniría a esa misión.

—Todo va a ir bien, mamá —le aseguró, cogiendo su mano con cariño entre las suyas—. Además, ya tengo un nombre.

—¿Ah sí?

Cuando fuiste mía (LA GLIMERA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora