Capítulo 23 | Cuando fuiste mía

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CONNOR

Para Connor Blackwood, ese día fue uno de los más largos de su vida. Desde el momento en el que puso un pie fuera de su apartamento en Lake View, uno de los barrios más seguros de la ciudad, tuvo que controlar los fuertes impulsos de su cuerpo para no volver sobre sus pasos.

Nunca había deseado tanto a una mujer como deseaba a Grace. Aquello le sorprendía y asustaba a partes iguales. Grace era guapa, atractiva, pero no poseía la belleza inmaculada de las mujeres que podía encontrar en La Glimera y con las que él ya se había acostado. Sabía que podría volver a estas deidades con absoluta facilidad, podría sucumbir de nuevo a esos cuerpos mucho más experimentados en darle placer. Seguramente esa sería la mejor decisión, teniendo en cuenta el embrollo en el que se estaba metiendo él solo. Y pese a todo, simplemente no podía hacerlo.

Quería el cuerpo de Grace.

Necesitaba el cuerpo de Grace.

Cuando Connor volvió a su apartamento, ya era entrada la madrugada. Y nada más abrir la puerta, el aroma a salvia y excitación le golpeó, provocándole una erección casi instantánea. Sabía que ella estaba allí. Que estaba despierta. Que estaba esperándole. Y que estaba preparada.

Cerró las puertas a sus espaldas y sus ojos, ya totalmente amarillos, se habituaron a la oscuridad del espacio. Su cuerpo se tensó, anticipándose, y escuchó el silencio. Connor sabía que no podría aguantar mucho más tiempo. Que no aguantaría una noche más oliendo la humedad de Grace sin tocarla. Si ella no accedía, tendría que convencerla. Y había pasado muchas horas con ansiedad, vagando por Chicago, mientras pensaba en cómo hacerlo.

Grace sería suya.

Y sería suya esa noche.

Connor no la vio en el espacio abierto del salón y la cocina. Sabía que estaba en su trinchera, en la habitación de invitados donde la había encerrado la noche anterior. Controló sus impulsos. Dejaría que Grace fuese a él. Ella se lo pediría. Le pediría que le quitara la virginidad, que la hiciese suya. Y si no se lo decía con palabras, lo haría con actos.

Dejó caer las llaves en un sordo sonido en la mesa del salón, clavando la mirada en la habitación del fondo, donde sabía que estaba ella. Se dirigió con lentitud hacia el ático, un espacio abierto, tan solo separado por una escalera y una elegante barandilla de la planta baja del loft. Pero era suyo, su espacio personal en un apartamento que aún no sentía como propio. Sabía que Grace lo intuiría. Y que sabría donde buscarle.

Mientras subía las escaleras, cada roce del pantalón en su miembro le causaba una mezcla de dolor y placer. Pero se contuvo. Connor se descalzó, apoyo las manos en el frío metal de la barandilla y clavó su mirada en la planta baja. Estaba esperando.

Mía.

Para Grace, ese día fue uno de los más largos de su vida. Desde el momento el que Connor Blackwood salió de ese apartamento, la ansiedad cayó en ella como una losa. Grace lo deseaba. Lo deseaba con cada fibra de su cuerpo, como nunca había deseado a nada ni nadie. Por primera vez, el control se le escapaba. Se había duchado varias veces, se había acariciado a sí misma, pero no había podido mitigar el ardor de su cuerpo ni la tensión de sus músculos. Tampoco había olvidado las palabras de ese lobo en el desayuno.

"Grace, voy a hacerte mía..."

Desde entonces, habían pasado muchas horas. Demasiadas. Doce, para ser exactos. Grace se maldecía por haber llevado la cuenta. Sabía que Connor Blackwood la había dejado allí sola, todo ese tiempo, en un lugar impregnado de su olor a sándalo para generarle las ansias que tenía. Para generarle aún más anhelo. Más expectativas. Y también se maldecía porque lo había conseguido. Sentía que le necesitaba, que solo él podría colmar el hambre que nacía de lo más profundo de ella.

Cuando fuiste mía (LA GLIMERA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora