Nunca había sentido aquel sentimiento de querer proteger fuertemente algo, aunque no se sintiera preparado para hacerlo, pero por ella lo haría las veces que fueran necesarias.
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—¿Horacio?
—Sí, Horacio—respondió con una gran sonrisa en su rostro.
—¿P-por qué?
—Porque le tengo mucho aprecio a usted, ¡Es mi mejor amigo!
Horacio Pérez se encontraba sentado en un sofá de cuero negro, y a su lado izquierdo con su estómago inflado, como si se hubiera comido una pelota, estaba su mejor amiga, Athenea, con una bella sonrisa en su rostro y acariciando levemente su estómago. El moreno soltó una risa, para luego cubrirse su rostro con su mano, evitando que la chica a su lado le mirara llorar.
—Pero Horacio, ¡No llore! —colocó su mano pequeña en su espalda acariciando levemente—, ¡Que debe estar feliz!
—E-es que...
—No, no quiero escuchar alguna queja, ahora ¡Deme su mano!
El chico descubrió su rostro y la acercó a la mano estirada de la chica, para que después la última lo tomara fuertemente y lo dirigiera a su estómago, dejándola ahí y sintiendo como el moreno acariciaba por encima de su blusa temblorosamente, dejando sus lágrimas recorrer sus mejillas sonrojadas, para después reírse.
—Artemisa, Horacio, les presento a su Tío Horacio— soltó con una gran sonrisa en su rostro.
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—¿Quiere cargarlo?
—¿Qué? No... yo le puedo lastimar o algo—contestó agitando sus manos nerviosamente.
—Vamos Horacio, tenga—le acercó el pequeño bebé al moreno.
—P-pero...
—¡Cárguelo anda! —rio.
El moreno nervioso se acercó a la camilla donde se encontraba Athenea descansando con su enorme sonrisa pasmada en el rostro. La chica le acercó al pequeño mientras le indicaba como colocar sus brazos, el cual temblando lo consiguió. El pequeño en sus brazos se encontraba dormido, por lo que inconscientemente se sentó en la camilla a los lados de las piernas de Athenea, llevando su mano libre al pequeño puño formado del menor, haciendo pequeñas caricias hasta que este se abrió y encerró el dedo del moreno, el cual sonrió tiernamente.
—Hola Horacio
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—Papa—balbuceó.
—¡Mira lo ha dicho! —gritó emocionada.
—¡Ha dicho papa! —continuó.
—Ya ve Horacio, le dije que era igual de inteligente que usted.
El moreno sonrió para después cargar a la pequeña Artemisa en sus brazos.
—Artemisa—llamó—Horacio te está dejando atrás, yo no digo nada ¿eh?
La pequeña miró al moreno con sus ojos grandes para balbucear palabras ininteligibles para los mayores, provocándoles una risa.
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〖 ONE-SHOTS 〗- VOLKACIO
Random~Recopilación pequeña de las historias que se me ocurren mientras duermo.