『Noche』

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La noche en donde Volkov intentó tomar el ramo de la novia.

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Se incorporó del sofá con un suspiro, dejando su móvil sobre el mismo, bloqueando la pantalla y ocultando el registro de llamadas, en donde las llamadas más recientes eran hacia el mismo contacto y ninguna fue contestada. Se acercó lentamente hacia el gran ventanal, apartando ligeramente la cortina, que le privaba de ver hacia el exterior, con el dorso de su mano. Visualizó un coche negro desconocido ingresando a su hogar, por lo que se alejó rápidamente de la ventana y tomó entre sus manos la pistola que yacía reposando sobre la mesa de centro, cargándola y quitándole el seguro mientras se dirigía nuevamente a la ventana, en donde esperó por los desconocidos con su arma a la altura de su rostro, preparado para actuar en cualquier momento.

Escuchó como el rugido del motor se detenía, así como las luces del mismo fueron apagadas, y dejaron solamente que la luz de la luna iluminara la zona. Apretó el agarre de su arma, inhalando aire profundamente, pero lo soltó al momento de ver a una chica, que se le hacía muy conocida, salir del lado del conductor con un rostro completamente cansado, vistiendo un hermoso vestido corto y su largo cabello ocultando su espalda descubierta. Le miró caminar con el ceño fruncido hacia la parte trasera del coche, viendo como movía sus labios en señal de estar murmurando algo, al mismo tiempo que abría la puerta trasera. La chica ingresó medio cuerpo dentro del coche, tirando hacia atrás con un poco de esfuerzo, alertando al moreno dentro de la casa, que antes de apuntar hacia la chica, se paralizó al ver la cabellera grisácea salir del coche con ayuda de la chica. Apenas el gris se presentó frente a sus ojos, caminó a un paso apurado hasta la entrada de la casa, en donde salió apuntando a la chica que mantenía el brazo de Volkov sobre sus hombros, en un intento de ayudarlo a caminar , asustándola y obligándola a levantar sus brazos en señal de paz. Volkov se tambaleó por el movimiento brusco, hasta quedar recargado en el coche, sin saber lo que ocurría a su alrededor, y escuchando muy lejanamente a Parker riendo.

—¿Qué... Qué cojones?

—S-Señor H, le... le juro que... que no es lo que parece—contestó temblando del miedo, mirando al superior del FBI apuntándole con su arma vistiendo tan solo unos pantalones anchos.

Ostias... H-Horacio—murmuró el ruso tras la chica, incorporándose un poco de su lugar, para ver al moreno que comenzaba a bajar su guardia.

—El... El señor V no se... no se encontraba en la condiciones para... para regresar a su casa y yo... yo me ofrecí—informó aún temblando del miedo, buscando apoyo en el hombre dentro del vehículo, que aún mantenía un rostro divertido ante el espectáculo frente a él.

—Joder, pudieron haber avisado—soltó en un suspiro, bajando ahora si, su arma y restregando su rostro con su mano libre completamente cansado—, casi disparo sin preguntar.

—¿Co-Como?

—¡H-Horacio! Te... Te he... Coño...—comenzó el ruso, tambaleándose hasta el moreno, pero no pudo avanzar ni dos pasos cuando ya se encontraba nuevamente recargado en el coche, evitando alguna caída ridícula.

—Madre mía... —murmuró la chica negando con la cabeza, avanzando unos pequeños pasos hacia el agente federal, decidida a ayudarlo, pero se detuvo al ver al de crestas acercarse primero, con una pequeña sonrisa adornando su rostro, mirando al ruso.

—Ven anda, te ayudo—habló suavemente, acariciando la espalda del más alto para atraerlo a él, y seguidamente ver como Volkov pasaba su brazo sobre sus hombros, apoyándose completamente en él, dejando caer su cabeza sobre la cresta, y suspirando al sentir su aroma.

No te... No te conseguí el... El ramo—susurró para ellos, acompañando su frase con un corto hipido.

—¿Qué ramo?—preguntó confundido, girando para encarar a la chica que esperaba atenta a la actitud de ambos. Le asintió y le murmuró un pequeño agradecimiento, para luego girar nuevamente y encaminarse con el ruso hacia la puerta abierta de su casa, escuchando detrás de él, como la chica ingresaba a su coche y lo encendía, sin ser capaz de ver la mirada cómplice que compartieron ambos agentes de la LSPD, al ver el mismo tatuaje de Volkov, adornando también su espalda—¿Has perdido el que te regalé?

No, no, no—negó efusivamente con su cabeza—, ese lo... Está en mi h-habitación.

—¿Entonces, que ramo? —preguntó curioso, cerrando la puerta tras él, y empujando al ruso hasta las escaleras, para subirlas lentamente.

Pues... El de la novia, joder.

—El de la novia—repitió sonriendo, abriendo la puerta de la habitación en donde los últimos meses había sido utilizada por el ruso—¿Se lo ibas a robar?

Aquí no.

—¿Mhm?

No quiero... No quiero dormir... Aquí.

—Es tu habitación, Volkov—rio.

N-No quiero.

—Joder... Mañana no quiero escuchar tus quejas.

No me... No me quejaré... Tu no... —murmuró.

Cerró la puerta y caminó a su habitación, adentrándose junto con el ruso. Se colocó al lado derecho de su cama y no dudó en aventar al antiguo comisario a su cama, escuchando un pequeño quejido del mismo, ante su brusquedad. No quería pensar en su corazón que latía agitadamente en su pecho, por lo que simplemente dejó que Volkov, tras recuperarse de aquel movimiento, se acomodara mejor en la cama quedando en el centro de la misma, boca arriba. Cuando le vio respirando tranquilamente, dio por hecho que se había quedado dormido, por lo que se dedicó a retirarle primeramente sus zapatos con suavidad, para después, con un sonrojo en su rostro y su corazón latiendo fuertemente, desabrocharle el cinturón de cuero, y el botón de su pantalón, para que no le molestara. Una vez terminó, exhaló profundamente para relajarse, y tomó asiento al lado de Volkov, admirando su rostro tranquilo. Acercó su mano nervioso, temiendo por qué Volkov se despertara y le mostrara rechazo, hasta su frente, en donde entre suaves caricias retiró la corbata enredada en su cabeza, y después los mechones grises que la adornaban. Al no obtener ninguna reacción por parte del ruso, se animó a extender sus caricias, inclinándose ligeramente hacia el contrario. Ahogó varios suspiros, mostrando una sonrisa cada que miraba como Volkov ladeaba entre sueños su rostro a sus caricias, buscando el calor que él podía otorgarle. El tiempo pasó sin darse cuenta, por lo que ahora sentía sus párpados pesados, y cada vez era más difícil mantenerlos abiertos. Se incorporó un poco, deteniendo sus caricias, riendo un poco al notar el ceño fruncido que Volkov comenzaba a presentar, junto con unos pequeños quejidos ante la falta de sus caricias. Negó con su cabeza, aun con una sonrisa en su rostro, sonrojándose en el momento en el que se presentó una idea en su cabeza. Agitó su cabeza, intentando eliminar su pensamiento, pero luego miró al ruso.

«Igual, mañana no se va a acordar» pensó enfocando sus orbes bicolores en los labios entreabiertos.

Se inclinó sintiendo su rostro arder, y su estómago revolverse cuando la suave y cálida respiración del contrario acarició su rostro. Tragó saliva completamente nervioso, llevando su mano a la mejilla contraria, con la cual acarició la misma lentamente, mientras ladeaba su rostro hacia él, dejando sus labios a centímetros de los propios.

Horacio...

Se paralizó, alejándose rápidamente y buscando sus ojos grises, los cuales no encontró al notar que Volkov seguía profundamente dormido. Soltó aire nerviosamente, restregando su mano en su rostro completamente avergonzado de lo que estuvo a punto de hacer, y sintiéndose enojado y decepcionado consigo mismo al intentar aprovecharse de la situación en la que se encontraba Volkov. Apretó su puño sobre la cama, arrugando inevitablemente la sábana. Le dio un último vistazo a su acompañante, y tras soltar un suspiro, se colocó de pie, para seguidamente encaminarse hacia la puerta, cerrando la misma una vez la atravesó. Se recargó en ella, perdido en sus pensamientos, en donde se mantuvo por varios minutos, antes de bajar las escaleras y dirigirse al sofá, en donde se dejó caer tomando el control de la televisión. Apuntó hacia el aparato y apretó el botón del control, mostrándose frente a él, una diversidad de imágenes que le ayudarían a dormir.

«¿Qué ibas a hacer Horacio?» 

〖 ONE-SHOTS 〗- VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora