『Coffee』

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Su impulsividad puede generarle situaciones de las cuales preferiría escapar sin ser detenido.

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El caos del hospital a esas horas de la noche comenzaba a marearlo y a sofocarlo, por lo que avisó rápidamente a Kovacs que se retiraría, recibiendo un pequeño asentimiento y una despedida del comisario, para seguidamente emprender camino hacia la puerta de aquel grande edificio. Mientras caminaba hacia la puerta, tuvo que apartarse hacia los laterales del pasillo, para permitirle el paso a los doctores y enfermeros que entraban apurados con dirección a la sala de urgencias, llevando con ellos sobre la camilla a sus compañeros pertenecientes a otro cuerpo policial.

Esa tarde, mientras se encontraba tranquilamente en su coche, vigilando a lo lejos a aquel sujeto italiano, había recibido una llamada de Kovacs, en la cual le pedía su apoyo en un atraco a la joyería. Emocionado por tener un poco de acción en su día aburrido, aceptó, creyendo que probablemente terminaría en persecución, pero se equivocó. Dentro del lujoso local se encontraban escondidos tras las vitrinas cuatro sujetos, a parte del negociante, y minutos después, cuando las negociaciones se habían roto, un sexto atracador se dio a ver cuando un oficial de la LSPD cayó pesadamente al suelo con un grito de dolor y sosteniéndose su hombro chorreante de aquel líquido vital.

Aun así, con varios agentes caídos, la victoria fue para la policía, y es por eso que ahora se encontraba en el hospital esperando por sus compañeros, para retirarse a su hogar. Lo que no esperaba era que al cruzar las puertas que daban con el lobby principal, el hombre que compartía el mismo techo con él, se encontrara tranquilamente hablando con una de las enfermeras, mostrándole sonriente una placa que él fácilmente reconocía.

Sus mejillas se ruborizaron sin poder evitarlo, haciendo que en su rostro, cubierto con una máscara, se formara una sonrisa, la cual nadie pudo ver. 

Apenas había dado unos pasos en dirección de aquel alto hombre, cuando este dirigió su mirada hacia él, sonriendo de una forma que aun no podía descifrar, porque aquella sonrisa solo aparecía cuando se trataba de él, siendo completamente diferente a la que segundos antes le mostraba a la enfermera.

—He venido por ti—soltó en el momento en que la distancia entre ambos era casi nula.

—Gracias—murmuró de vuelta, mostrando a través de aquella máscara sus ojos entrecerrados.

—¿¡Volkov!?

Ambos que se habían perdido por unos segundos en la mirada del otro, pegaron un pequeño brinquito, sobresaltados por la potente voz del actual comisario de la LSPD que venía en dirección hacia ellos, con sus ojos bien abiertos, incrédulo de lo que estos le mostraban.

—Kovacs.

—No me jodas, ¿Cuándo llegó Volkov?—Kovacs no había podido detenerse, y ahora había apresado al ruso en un abrazo, palmeando varias veces su ancha espalda.

—Hace unos días—contestó correspondiendo el abrazo y posando sus ojos en los bicolores frente a él, que le miraban enternecidos.

—¿Y no pensaba pasarse por la comisaria?—el comisario había cortado aquel contacto visual de ambos federales, imposibilitando al ruso de volver a crearlo al colocarse frente al moreno.

—Por supuesto, iba a hacerlo en estos días.

—Joder H, ¿Usted sabía de esto?

—Si—murmuró nervioso, desviando la vista hasta chocar con los orbes de la enfermera que había olvidado que se encontraba junto a ellos. Su estómago se revolvió y su pecho se oprimió al verla. Aquellos ojos marrones brillantes, estaban fijos en el alto ruso.

—¿Y que lo trae de nuevo a Los Santos, Volkov?

—En realidad, preferiría hablarlo en otro lugar—contestó llevando su mano detrás de su nuca, rascándola ligeramente, mientras pasaba su mirada nerviosa por la multitud en aquel edificio. Kovacs por otro lado, le entendió perfectamente, asintiendo, y haciéndole una seña para que lo siguiera a las afueras del hospital, en donde había menos caos y estaba más desierto. Al ver aquello, el antiguo comisario, dirigió su mirada a la bicolor, invitándolo, pero solamente se encontró con la mano enguantada siendo agitada, negando su invitación. El alto ruso asintió levemente y emprendió camino hacia donde Kovacs se encontraba.

El moreno borró su sonrisa al escuchar el suspiro de aquella chica, dirigiendo su mirada hacia ella, y sintiendo su sangre hervir al darse cuenta que la mirada de esta seguía en el ruso.

—¿No tienes trabajo que hacer? —soltó inevitablemente, intentando que su tono fuera lo más suave y bajito posible.

—¿Usted trabaja con él, verdad?—pero la chica, parecía ignorar o simplemente era demasiado tonta para notar sus intenciones.

—Si—contestó forzosamente.

—¿Cree que me aceptaría un café? Es que joder... está muy bueno—y aquello fue suficiente para que su paciencia terminara.

—No lo hará.

—Que pesimista que es usted—contestó con un puchero formándose en su liso rostro—Lo voy a intentar, un café no se le niega a nadie—sonrió con sus mejillas enrojecidas.

—Está casado.

La chica giró su rostro rápidamente hacia el enmascarado, borrando cualquier rastro de sonrisa en su rostro, y abriendo sus ojos completamente sorprendida, para luego relajar su semblante y llevar una mano a su barbilla, cerrando sus ojos, pensando. 

—Bueno, su esposa no tiene porque enterarse ¿no?

—El esposo soy yo—y la chica se sonrojó completamente avergonzada, pero nuevamente se relajó al recorrer al moreno con su mirada, soltando una risa.

—Si, si, si, por supuesto... ¡Ah! ¡Agente!

El moreno se paralizó en su sitio sintiendo el calor aglomerarse en sus mejillas hasta sus orejas, agachando levemente su cabeza, completamente apenado y nervioso de que Volkov hubiera escuchado lo anterior dicho.

—¿Si?

—Yo... quería saber si...—soltó una risa nerviosa, tambaleando su cuerpo y jugando con sus manos en su espalda—¿A usted le gustaría ir a tomar un café?

El pecho del de crestas se oprimió, sintiendo el molesto nudo comenzar a formarse en su garganta, apretando sus manos en puño a sus costados.

—Me encantaría, la verdad.

Horacio, al sentirse nuevamente rechazado y siendo un mal tercio en aquel lugar, tomó aire profundamente para relajarse, y no mostrar su lagrimas, girando sobre si mismo para salir de ahí, y dejar a la futura pareja solos, pero el agarre en su cintura, y su rostro chocando con el fuerte pecho del ruso, logrando aspirar su aroma, le detuvieron, haciendo que su corazón se agitara y la sangre se concentrara en sus mejillas, y ocultando su rostro avergonzado en el pecho contrario al escuchar sus palabras.

—Y más si es con mi esposo.



〖 ONE-SHOTS 〗- VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora