『пари』

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Un poco de valor impulsado principalmente por los efectos del alcohol y las palabras burlonas de tu compañero, pueden ser una buena opción si quieres lograr tu objetivo.

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—No tienes cojones.

Frunció su ceño ante las palabras del rubio, que le miraba con una sonrisa burlona, a su lado izquierdo. Bebió irritado el líquido dentro de aquel vaso de vidrio que sostenía con su mano derecha, antes de ponerse de pie y caminar decidido y tambaleándose levemente, bajo la mirada divertida de su compañero, hacia el hombre que se encontraba en otra mesa tomando tranquilamente su bebida favorita.

Apenas llevaba un solo vaso de alcohol en toda la noche, por lo que aún podía controlar sus acciones y su cuerpo, pero ver a ese hombre reír junto a otra hermosa mujer, conocida por ser la jefa del hospital, le cabreó tanto que cada que dirigía su mirada hacia ese lugar bufaba molesto, logrando obtener así la atención del hombre sentado a su lado, y que tras unas breves bromas y al ver su reacción a ellas, se animó por retarlo.

Ese día los altos mandos del gobierno habían decidido realizar una pequeña fiesta para todas las organizaciones públicas, entre ellas la policía, tanto LSPD y LSSD, los doctores y enfermeros, y bomberos, en honor al gran desempeño que estas habían realizado los últimos meses. Pero desde que aquel comisario había decidido tomar asiento entre los jefes de cada facción, su mirada siempre terminaba ahí sin poder evitarlo, pues días anteriores mientras estaba infiltrado, obtuvo la información de que la jefa de hospital, tenía un gran interés por el jefe de la LSPD.

Eso le molestaba, pero a la vez le bajaba el ánimo, pues la chica era hermosa e inteligente, con un buen puesto de trabajo, y con la oportunidad de darle una familia al comisario, a parte, la mayoría de las personas, incluyéndolo a él, decían que se miraban bien juntos, dañando a su pobre corazón con leves punzadas de dolor.

Ahora, impulsado por la pequeña apuesta que había realizado con el sheriff, se encontraba a tan solo unos pasos de su objetivo, el cual no se había percatado de sus movimientos al estar tan concentrado entablando una conversación con la doctora. Apenas se ubicó a su lado colocó su mano libre en su hombro, apretándolo ligeramente y logrando que el de ojos grises volteara hacia él alarmado, y más cuando le vio la sonrisa pasmada en su rostro.

—¿Me permites un momento con el comisario? —preguntó con una amabilidad falsa y forzada, que hizo temblar al hombre bajo su toque.

—Pero compañero, que estamos de fiesta—rio melosamente mientras llevaba su pequeña mano a su boca para cubrir su hermosa risa—. El trabajo puede esperar o ¿no? Viktor.

Aquello fue la gota que derramó el vaso y que a su vez quebró en mil pedazos, pues la mano de la doctora había aterrizado sobre la pálida del ruso, acariciándola sutilmente, que para sus ojos bicolores no fue así.

—Volkov—llamó fríamente mientras se daba media vuelta, alejándose de aquella mesa y dejando su vaso olvidado en la primera superficie que se encontró, topándose con que el sheriff se hallaba haciéndole un gesto con sus manos en señal de aprobación.

Se dirigió hacia la puerta que daba a un pequeño balcón, saliendo por ella y recargándose en la barandilla para tomar aire y relajar sus músculos tensos, arrepintiéndose rápidamente de salir sin su saco al sentir el aire frío de aquella noche colarse por su delgada camisa. No tardó mucho, cuando por la misma puerta salió el ruso con una sonrisa imperceptible en su rostro.

—¿Qué ha sido eso? —le preguntó nada más le vio acercarse.

El ruso se colocó a su lado pegando ligeramente su cuerpo con el del moreno, en un intento de transmitirle calor, pues sabía que por su cabreo no iba a regresar dentro del local hasta que solucionaran las cosas. Le escuchó suspirar mientras dirigía su mano a uno de sus bolsillos, sacando una cajetilla de cigarros, para después tomar uno y ponerlo entre sus labios y poder encenderlo. Le dio la primera calada ocultando un suspiro cansado al pensar en la futura discusión.

—Solntse...

—No, nada de apodos, que ahora mismo estoy muy cabreado.

El ruso giro su cuerpo hacia él, levantando una de sus manos para acariciar la mejilla sonrojada por el frío del moreno, sin lograrlo pues había ladeado su rostro para evitar su contacto, obligándolo a detener el trayecto de su mano y llevarla dentro de su abrigo.

—Ha sido su culpa Horacio.

—¿Mi culpa?

—Si.

—¿Puedo saber que hice para que te sentaras con aquella mujer que casi te come con la mirada? —alegó molesto—. Esa mujer solo quiere follar contigo y tú le estas dando esperanzas con tu actitud de mierda.

—Usted prefirió sentarse con el puto rubio que conmigo—refunfuñó bajito.

—No me jodas—suspiró cansado, llevándose su mano a restregar su rostro.

Entonces el hombre a su lado, se había puesto celoso y por eso le hizo sufrir toda la noche con aquella mujer. No sabía si enfurecerse por su actitud infantil, o intentar contener la pequeña sonrisa que se le comenzaba a formar en su rostro, pues Volkov casi nunca le mostraba aquellas actitudes, y cuando lo llegaba a hacer las consideraba muy tiernas.

El ruso regresó nuevamente a su sitio fumando con el ceño fruncido adornado su pálido rostro, cuando el menor se colocó frente a él en un solo movimiento, acortando la distancia entre ellos para enterrar su cabeza en su cuello aspirando su aroma, sin vergüenza alguna, y encerrando su cintura por dentro de la gabardina con sus brazos.

—Lo siento—susurró ocultando su sonrisa en su cuello.

—Joder Horacio, no es necesario que se disculpe—se arrepintió el ruso al ver al menor oculto.

Apagó rápidamente su cigarro, y llevó sus manos a los hombros del moreno apartándolo suavemente para ver su rostro en busca de sus hermosos orbes bicolores, sin conseguirlo pues el moreno rehuía de su mirada.

—No pasa nada ¿de acuerdo? —le dejó un pequeño beso en su frente morena—. Ha sido culpa de los dos, ahora dame un beso, anda.

Se sonrojó e intentó alejarse del ruso sin lograrlo pues lo había girado arrinconándolo en aquella barandilla con sus brazos al percatarse de sus intenciones. El menor, sin más remedio alzó su cabeza y elevándose con la punta de sus pies le dejó un casto beso en sus labios, mientras arrugaba la tela de la camisa del ruso bajo sus manos.

—¿Vamos a casa? —preguntó el comisario después de dejar un pequeño beso en su sien y apretarlo a su cuerpo—. La verdad estaba hasta los cojones de esa doctora.

—¿Entonces por qué no te ibas? —preguntó con un adorable puchero, que el ruso no dudo en besar.

—Porque había una alguien refunfuñando adorablemente frente a mí, y no podía dejar de verlo.

—Vik....

—Sabes que la única persona a la que amo es a usted Horacio, no olvide eso nunca.

Nuevamente un hermoso rubor cubrió sus mejillas morenas, pero formó una tierna sonrisa, colocándose de puntitas y alcanzar sus labios.

—Yo también te amo Vik—susurró sobre los labios del contrario, para después terminar con la pequeña distancia que los separaba y comenzar un tierno beso que fue interrumpido por el sheriff rubio que salió por aquella puerta, acercándose triste y arrastrando los pies derrotado a entregarle una pequeña bolsa negra al moreno, el cual no tardó en soltar una carcajada sonora, por la mirada furiosa de su pareja sobre el pobre sheriff que había perdido una apuesta que en esos momentos ni lograba recordar.

—Mi otro huevo.

Fin.

〖 ONE-SHOTS 〗- VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora