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"Ven a mí, dulce caballero"

Otro día pesado de trabajo, su mente la atormentaba de más en los últimos días, ver a cierta trabajadora de ojos ámbar, muy encantadores si le preguntaran, producía muchas cosas en su cabeza y en lo profundo de su corazón. Frotaba su sien tratando de calmar su cabeza, las última imágenes que habían aparecido en ella la dejaron dolida, podía sentir como su pecho se apretujaba con aquello.

Las puertas de la oficina se abrieron dando paso a cierta chica azabache junto con una taza blanca sobre un pequeño plato.

—Te he traído té - dijo de una manera maternal -

—Gracias Will, no se que haría sin ti.

—Deberías descansar - recomendó -

Acarició el hombro de su amiga mientras que la morena se recostaba en su asiento.

—Le avisaré a tu padre y-

—No - detuvo. — yo lo haré, no te preocupes.

Tan pronto como la de lentes abandonó la oficina, tomó el teléfono marcando rápidamente un número que no era de su padre, sino más bien el de su mejor amiga, le había ocultado las distintas cosas que rondaban por su cabeza y sentía que debía contarle a alguien para sentir menos el peso.

—Nos vemos en la cafetería de la esquina, si. - colgó -

Delicadamente se mecía en su silla giratoria queriendo arrullarse con el movimiento, era claro que no lo estaba consiguiendo y pensaba en hacerle caso a su amiga e ir a casa a descansar un momento para luego encontrarse con la rubia.

En uno de los pisos del edificio cierta castaña pasaba por lo mismo, pero su caso era más que insoportable, sentía que su cabeza estaría a punto de estallar y el supervisor ha notado como la Blight no está en buenas condiciones para seguir con el ...

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En uno de los pisos del edificio cierta castaña pasaba por lo mismo, pero su caso era más que insoportable, sentía que su cabeza estaría a punto de estallar y el supervisor ha notado como la Blight no está en buenas condiciones para seguir con el resto de la rutina.

—Debes ir a casa, le explicaré a la señorita Noceda se que entenderá - sonrió -

Lo decía más como un amigo que como un sub jefe, aunque le pesaba mucho dejar a medias su trabajo, la de ojos ámbar se levanta de la silla, toma sus cosas y se dirige al ascensor, como quería estar echada en su cama en esos momentos.

—Princesa...

Susurró sin pesar con claridad, tapó su boca con fuerza dándose un golpe que dejó ardiendo en aquella zona, genial, tal parecía estar alucinando pues no podía quitarse a la morena de la cabeza, su sonrisa, su cabello e incluso su manera tan familiar de hablar y tratar a todos; se estaba volviendo loca y no necesariamente por el dolor de cabeza.

Almas enlazadas - Lumity AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora