Veintinueve

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Un dolor leve pero cronico comenzó a hacer presión en mi cabeza, alertando a mi cuerpo de que algo extraño pasaba. Antes de abrir los ojos, recordé toda esa montaña de emociones que había sido el día anterior, y si las sospechas no me fallaban, estaba en un lugar donde no quería estar.
Al abrir los ojos me encontré con los techos altos de la Mansión Wayne, con una particularidad en ese, el gran candelabro que estaba por encima de esa cama donde mi cuerpo descansaba.

Me senté, mirando a mi alrededor, todo acomodado e impecable, justo como lo recordaba. Y a pesar de haber pasado tanto tiempo ahí, me sentía ajena al lugar.

Según se podía observar en la cama, yo había pasado toda la noche sola, la cama solo estaba desacomodada del lugar donde yo descansaba. Por la ventana se asomaba esa mañana nublada típica del lugar.

"Este no es mi lugar."

Agarré una almohada, y mientras que la abrazaba en contra de mi pecho, algunas lagrimas amenazaron con desbordar mis ojos.

Pero la puerta me interrumpió.

—Buenos días. —dijo un Bruce sonriente, que entraba con las manos ocupadas.

Él ya estaba arreglado, como siempre.

—¿Que hago aquí? —disimuladamente, sequé mis lagrimas.

—Bueno. —se acercó, después se sentó en uno de los bordes de la cama y dejó una charola a su lado.— Te quedaste dormida en el auto, así que te he traído hasta aquí para que pudieras descansar.

—De tantas habitaciones, ¿tuvo que ser la tuya? —solté la almohada y me crucé de brazos.

No vestía mi ropa, tenía una playera negra que me quedaba enorme. Obra de Bruce.

—Quería que estuvieras cómoda. —hizo una pausa incómoda, yo bajé la mirada a las sábanas de seda.— Quería que te sintieras como en casa.

No sabía si estaba bromeando, si estaba siendo irónico, o si era un verdadero idiota.

—Si no mal recuerdo, estás comprometido. Así que no tengo nada que hacer en la cama donde tú te acuestas con tu mujer. —por mero impulso, me levanté de la cama, cuando caminaba para la salida, él se levantó y me siguió.

Con la puerta en la perilla, jalé con fuerza para salir así como estaba, pero había algo que no me lo permitía.
Solo tuve que subir la mirada y darme cuenta de que era la mano de Bruce, recargada, impidiéndome abrir.

—Déjame abrir, Bruce. Esto no tiene ningún sentido, y lo sabes. —molesta, giré para verlo de frente.

Un error, bastante grande.

—Escúchame, Alaska. —puso su otra mano sobre la puerta, dejándome acorralada.

—Parece que no tengo mucha opción, o sí?

—Ella se fue, y nunca, pero nunca durmió aquí. —me miró fijo.

Me quedé callada, y sabía que él era muchas cosas, menos un mentiroso.

—Este es tu lugar, de nadie más.

Con el corazón en la boca, miré hacia otro lado sin moverme, no quería tener el más mínimo roce con él.
Y parece que lo entendió, porque después de quedarse callado mirándome, salió por la puerta, sin nada más que decir.

Rising From The Dark [Batman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora