Treinta

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—Entonces, ¿no tuvo ningún contacto con Jeremiah Valeska después de las explosiones en el centro de la ciudad?

Con los ojos puestos sobre el oficial, quien esperaba ansioso mi respuesta, sentí que mi corazón se hacía pequeño, lo que me provocó apretar el vaso con fuerza.

—No, ningún contacto. —mentí.

Me pasé de un trago todo lo que quedaba en el pequeño vaso de cristal, ignorando su mirada impaciente sobre mí, que me acusaba sin decirlo.

—Alguna llamada, visita, carta...

Interrumpí.

—He dicho que no. —mantuve mi mentira.

—¿Algún número que pueda darnos?

Lo miré, con una cara no muy amigable.

—Son la Policía de Gotham, estoy segura de que ya lo tienen.

—¿Podría dármelo? —preguntó sin ningún tacto, ignorando lo que acababa de decirle.

Pero me reí.

—¿Qué piensa hacer con él? ¿Llamar y pedirle que se entregue? Suena convincente.

—¿Esta es tu forma de encubrirlo?

—¿Qué? —me levanté de mi asiento, furiosa.

—¿Puede proporcionarme el número? —su insistencia y cinismo acabaron con mi paciencia.

—Sal de mi oficina. —señalé la puerta.

—El interrogatorio no ha acabado. —cruzó sus brazos, adoptando una posición defensiva.

—No pienso seguir hablando contigo.

—Bueno, Señortia Müller, creo que no tiene opción.

Me quedé callada y lo imité, cruzándome de brazos.
Era como una competencia de miradas, y si no se hubiese tratado de un policía, con mucho gusto lo hubiera golpeado.

—¿Hay alguien que pueda comprobar dónde estuvo la noche de ayer?

Me quejé abiertamente.

—Esto es increíble. —dejé caer mi cuerpo en la silla.

—Responda la pregunta.

—¿Por qué debería de ser importante donde pasé la noche ayer? Durante la explosión, estuve sentada en esta silla, y eso es lo único que debería de interesarte.

—Protocolo.

—¿Protocolo según quien?

—Bueno, según la GCP.

—No, según sus policías incompetentes. —lo señalé.

La puerta se abrió, interrumpiendo a ambos de nuestra guerra de miradas asesinas.

—Estuvo conmigo.

Las circunstancias hicieron que me sintiera segura al escuchar su voz, cosa que no había pasado hace mucho.

El oficial incompetente volteó hacia él.

—¿Perdón, Señor Wayne? —preguntó, como si él no hubiera sido lo suficientemente claro.

—La Señorita Müller estuvo conmigo toda la noche.

Golpeé mi frente con la palma de mi mano, sonrojada, y recargué mis codos sobre el escritorio, sosteniendo mi cabeza con las manos y mirando hacia los dos hombres que hablaban delante de mí.

Rising From The Dark [Batman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora