Capítulo 1

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Aaron

Sin duda, no es la mejor forma de iniciar el día con tu casera pidiéndote que te pongas al día con la renta, con un dinero que no tienes.

- Ya llevas un mes de retraso, Aaron. - me informa Debra.

- Dame hasta el fin de semana y te pagare lo que debo. - le suplico.

- Escucha, eres un buen hombre e inquilino, pero no puedo seguir siendo indulgente con todos los que se atrasan. Si te perdono a ti un mes, tengo que hacer lo mismo con los demás.

Suspiro. - Lo entiendo...

- Te doy tres días, sino me saldas el mes que me debes, voy a tener que desalojarte.

- Conseguiré el dinero, tú tranquila.

- Eso espero. - se da la vuelta y se aleja por el pasillo.

Lanzo otro suspiro con pesar y entro de mi departamento. Apoyo mi espalda contra la puerta, mientras observo mi alrededor pensativo. Ya ni puedo darme el "lujo" de pagar un lugar como este. Pese a que este en un vecindario mínimamente seguro, no es muy pintoresco el viejo edificio, menos el interior, sobre todo con las paredes con humedad y descascaradas, los pisos de parquet manchados y viejos, lo que hace que tengan distintas tonalidades por todos lados. Esa cocina vieja y sucia, que por más que la limpie, no se le va el herrumbre.

La verdad es que me cuesta juntar para la renta, apenas si llevo la mitad y lo único que como es arroz o fideo, nada extravagante. No tengo cable, ni calefacción o aire acondicionado. Y aun así vivo de esta forma. Tendré que buscar otro lugar. Es la tercera vez en el año que me veo forzado a mudarme, porque no puedo pagarlo. Con cada mudanza ha ido disminuyendo el control de salubridad. ¿Cuál será mi próximo destino? ¿Tener de vecinos a una familia de zarigüeyas?

Mis pensamientos son interrumpidos, cuando mi vista se posa en el reloj, que siempre queda torcido, de la cocina.

- Mierda, llegaré tarde al trabajo. - me apresuro a ponerme una sudadera y mi casco. Tomo mi bicicleta y salgo de mi casa, cerrando con llave.

En el momento menos oportuno, suena mi celular. Y por el tono designado de la llamada, sé que es mi querida madre. No puedo no contestarle el llamado, porque ella ya se hace la novela de que están sacando mi cadáver del río. Según mi madre, no hay nada que yo esté haciendo que sea más importante que atender su llamado. La de veces que yo la he llamo, pero ella ni me atiende, pero bueno, supongo que las reglas aplican diferente al revés.

- Mamá. - digo al responder, voy bajando por las escaleras con el celular apoyado en el hombro haciendo presión con mi oreja, mientras voy llevando mi bicicleta.

- Aaron hijo. - oigo su voz alarmada. - Acabo de ver en las noticias que a un muchacho por robarle su bicicleta le han disparado.

No puede empezar una llamada sin contarme una fatalidad que oyó en la radio, que vio en las noticias o leyó en el diario, y que cree que de alguna forma de puede asemejar a mí. Hace unos días atrás llamo porque la noticia del día en los informativos era que uno de esos aviones privados se perdió en el océano. Me prohibido que me subiera a uno. A lo que le respondí, "Apenas si tengo una bicicleta." "Pero alguno amigo tuyo puede tener." "Mi amigo sigue viviendo en el sótano de la casa de sus padres."

- Mamá. - sigo con la conversación. - Teniendo en cuenta que he respondido a tú llamado, puedes tener la certeza de que no ha sido a mí. Así que tranquila.

- Ya, pero hijo tú puedes ser el próximo.

Comienzo a creer que ya mira demasiadas películas de terror, que siempre usa la frese "tú serás el próximo".

Bajo ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora