Problemas económicos, la necesidad de obtener dinero rápido y la exigencia de cuidar a la familia... Son unos de los tantos motivos que han llevado a Tanjiro, Zenitsu e Inosuke a buscar trabajo desesperadamente en la ciudad, pero, ¿quién dijo que en...
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Muichiro estaba tratando de no reír a carcajadas, pero el tema era que Uzui estaba pidiendo el número del joven por tres horas y media. Zenitsu se negaba a darle su número telefónico, por lo que el más alto suspiraba y se quejaba repetidas veces. No sabía quién la había cagado más, ¿Sanemi o Uzui?, evaluando la situación, ambos estaban igual de perdidos.
El pálido joven de 14 años observó como Tanjiro se iba discretamente de la habitación, sin ser tan obvio que lo estaba mirando, esperó un rato para ver si este volvía, había pasado unos 15 minutos y el de cabellos burdeos no aparecía, esto era raro. Salió de la misma forma que Tanjiro, ni cuenta se dieron de que ambos no estaban, cuidadosamente iba caminando por los pasillos, algo captó su atención, de una habitación muy al fondo del pasillo se escuchaba un pequeño quejido. Lentamente se acercó hasta poder pegar su oído a la puerta y escuchar que decían o hacían.
— Tamioka-san~, allí no — abrió sus ojos con sorpresa al escuchar la voz entrecortada de Tanjiro, al parecer Giyuu iba mejor de lo que él pensaba, se mantuvo callado y pegado a la puerta hasta que de los labios de alguno de los dos que estaban en aquella habitación soltó un gemido ahogado.
Tapó su boca para no reírse, recordar lo mal que iban los otros dos y como Giyū ya estaba subiendo de nivel era realmente satisfatório, mordió su labio inferior queriendo oír que más pasaba entre esos dos.
— Ay Tanjiro~ — se quejó amargamente Giyū —, ¿Cómo es que no sabes cómo te acabas de cortar? — la alegría de Muichiro se fue al piso, ¿Cortar?
— Estaba picando unas naranjas y... ¡AH NO ME PONGA ALCOHOL! — se quejó ante el ardor, Tokito se dió una palmada en la frente, él creyendo que estaban subiendo de nivel y en realidad los dos estaban tratando de curar una maldita cortada, se recompuso y tocó la puerta con suavidad.
— ¡Entre! — exigió Tamioka, obedeció y entró a la dichosa habitación, no estaban equivocado, junto a Tamioka estaba un botiquín de primeros auxilios, un Tanjiro casi llorando y un corte más o menos profundo en la palma de la mano.
— Lamentable — susurró mirando la cortada, aunque no se refería directamente a eso.
— Si — respondieron al mismo tiempo con su tremenda inocencia sin entender aquella indirecta.
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