Descubierta

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«Ten cuidado donde te dejas llevar por tus placeres, o puedes acabar: descubierta»

Era de madrugada, me encontraba con la cosa más deliciosa en mis manos y boca.
La llevé a mis labios y no pude evitar el gemido que hice con la boca llena.
Lamí hasta el último centímetro.
La saqué, metí en el pote y volví a meterla en mi boca.
Lamí nuevamente y sin descanso, la cuchara con dulce de leche y fui sorprendida por el susurro de mi marido en mi oído.

—Mi amor, tus gemidos me hicieron creer que estabas jugando contigo misma. —sonreí. 

Me encontraba en la cocina del apartamento, rodeada de los electrodomésticos mientras comía algo dulce con los codos apoyados en la pesada al lado del refrigerador y mirando la noche estrellada desde la ventana frente a mí.

Di media vuelta.

John todavía vestía sus zapatos negros, pantalones de traje y camisa blanca. Su cabello castaño estaba revuelto por las veces que había pasado sus manos por él.
Sus ojos marrones me observaron con picardía y en sus labios levemente finos, se formó una sonrisa traviesa.

Hacía un rato habíamos llegado de el cumpleaños de uno de sus amigos, y yo, rápidamente, me deshice del vestido y tacos para quedarme en la ropa interior de encaje que llevaba debajo.

—¿Quieres? —le pregunté mostrándole la cuchara con dulce.

—No. —hizo una pausa. —Lo que quiero es a tí. —dijo abriendo de golpe su camisa blanca, haciendo que reboten botones por todos lados.

La visión de ese acto me dejó dura.
Los arrebatos como esos, me dejaban el cerebro hecho papilla.

Ahora John estaba sin camisa, exhibiendo sus músculos duros y marcados, y yo continuaba con el dulce de leche en mis manos que había casi olvidado.

Me acerqué y tuve una idea que relacionaba ese torso sin vello con el dulce.

Extendí la cuchara hacia sus pectorales, la pasé por ellos e hice una línea por el medio de su pecho hasta sus pantalones.

Dejé el pote en la mesada a mi espalda, y observé mi obra de arte.
Las dos cosas que más me gustaban las había unido para mi deleite: mi delicioso marido y el dulce de leche.

Con mis manos me sostuve de sus brazos, pegué mis labios al primer rastro de dulce de leche entre sus pectorales, y lamí hacia abajo hasta el último centímetro de piel que había ensuciado.

Mi marido resistió todo lo que pudo, sus gruñidos y puños apretados me lo demostraron.
Subí a su boca, y tuve el beso más dulce y empalagoso.

No podía tener suficiente de ese beso.

El dulce en mi boca y el sabor de la suya me estaban provocando mucho calor y ardor entre las piernas. Gemí en nuestro beso y me separé de su boca.

Nos miramos a los ojos y lo supe, había provocado sus demonios.
Nada sobre esta noche sería suave.

Agarró mis caderas con sus grandes manos y me empujó contra la pared más cercana.

Mis brazos fueron extendidos sobre mi cabeza con una mano de John. Su otra mano bajó hasta mi rodilla y se rodeó con mi pierna su cintura. Apretó todo su cuerpo contra el mío, no había a dónde ir.

Sentí muy presionada su erección contra toda mi carne sensible tapada por las bragas de encaje.

Tomó mi mandíbula en una mano y acercó mis labios a los suyos.

Me besó con mucha exigencia y salvajismo, su lengua recorrió todos los rincones de mi boca e incluso descubrió nuevos.

Empezó a frotar su erección contra mí que estaba sobre mi clítoris hinchado.

Lo estimuló tanto que estaba al borde del orgasmo.

Dejó de besarme y bajó la mano hasta mi pecho cubierto por el encaje.

Tomó mi pezón entre sus dedos para retorcerlo y estirarlo, estaba siendo una exquisita tortura. Empecé a frotarme contra John a la vez que él ya lo hacía.

Mis gemidos hacían eco en el departamento. Estaba tan cerca del orgasmo, podía sentirlo formándose dentro de mí.

—Estoy cerca. —le dije a mi marido.
Eso lo hizo acelerar el ritmo. Llegué al orgasmo entre gritos y suspiros.

Besé sus labios con amor y ternura, me encantaba cuando nos poníamos salvajes y después nos besábamos lento.

Se separó de mí para liberar su erección. Le dio un tirón a mi ropa interior sacándola de su camino y en cuestión de segundos se introdujo con firmeza en mi interior.

Caliente y palpitante exigiendo espacio.

Gemí de gusto ante tal situación, cada vez que lo volvía a sentir en mi interior, mi vagina parecía estar más estrecha o él se volvía más grande, pero a mí siempre me tomaba un tiempo acostumbrarme a su tamaño.

Nos besamos y comenzó a moverme.

Me sentía muy a gusto totalmente inmoviliza por sus exigentes embestidas.

Estaba tomando todo de mí y queriendo ir por más.

Levantó mi otra pierna para rodear su cintura y la postura llevó su pene más profundo. Eso me estimuló intensamente y empece a sentir crecer mi orgasmo.

Apreté los ojos y gemí sin contenerme.
El orgasmo se volvió interminable.

Tuve otro después de ese y sentí la descarga caliente de mi marido muy dentro de mí.

Temblé en sus brazos.

Nada podría hacerme más suya que esto.

—¿Quieres más dulce de leche? —preguntó en mi oído.

—Mmm.. lo que más me gustó del dulce de leche, es lo que vino después. Quiero más de eso.

Tomó mi cara entre sus manos y me besó.

Mientras el beso empezaba, había algo de su anatomía que comenzaba a cobrar vida dentro de mí, su pene buscaba acción nuevamente.

Sí, volvería a tener dulce de leche.

Relatos Cortos © [Completa] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora