Buscando problemas

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Recuerdo que estaba revisando mi agenda, y noté que llegaba tarde a una cita con Theo Ash. Un hombre que conocería en breve.

Al ser abogada, tenía citas con desconocidos todo el tiempo.

Tomé mi bolso y celular, los cuales se encontraban arriba de mi escritorio y salí de mi oficina, corriendo por el pasillo que me llevó a la puerta de salida y a la calle donde se encontraba mi Aston Martin. Una vez dentro, aceleré hasta el límite de velocidad para llegar lo antes posible.

La dirección que tenía anotada en mi agenda, me llevó hasta un supermercado que tenía una gran luna blanca en un cartel sobre la entrada.

No lo comprendía. Las citas siempre eran en cafeterías, incluso en alguna plaza, y aquello me sacaba de mi zona de confort.

Era estimulante. Impredecible. Y me gustaba. 

Podía llamar al número de teléfono del Sr. Ash, y preguntarle si se equivocó con la dirección, pero decidí dirigirme hacia las puertas dobles de vidrio y preguntar por él.

Al acercarme, las puertas dobles me devolvieron mi reflejo como un espejo. Mi metro sesenta y dos de esbeltas curvas suaves estaba envuelto en una camisa azul por dentro de una falda tubo negra, con unos tacones de diez centímetros. Mi pelo castaño oscuro lleno de ondas salvajes caía suelto por mi espalda, llevaba lentes de sol oscuros y los labios de color vino tinto, eso último era todo el maquillaje que me gustaba usar.

Tenía uno de esos rostros que no necesitaban del maquillaje excesivo para verse estupenda. Mis facciones estaban bien proporcionadas. Cejas arqueadas, ojos marrones enmarcados por gruesas y largas pestañas curvadas, nariz pequeña y respingona, labios pequeños y rellenos.

Las puertas dobles se abrieron ante mí. Un hombre muy alto, atractivo y asiático se dirigía hacia mí.

Vestía zapatos, jeans azul y camisa blanca.

Su presencia era hipnótica e impactante.

—Bienvenida —dijo.

Un cosquilleo me recorrió la nuca.

—Oh, gracias —respondí, sin salir del asombro. —Usted trabaja aquí, ¿no? —Fue poco lo que vi del interior del lugar antes de que apareciera en mi campo de visión, no llevaba la vestimenta gris que los cajeros usaban, y aun así, por darme la bienvenida, asumí que él trabajaba allí. —Estoy buscando a alguien. —Tal vez el Sr. Ash era uno de los cajeros del supermercado y no podía dejar su puesto de trabajo para verme en mi oficina.

—Dígame, ¿a quién busca? 

En ese momento, al escucharlo decir más de una palabra, pude notar la exquisita voz varonil que poseía. Era grave, baja y firme. No le hacía falta levantar la voz para que se oyera con claridad.

Me quité los lentes de sol, fijé mis ojos en los suyos, negros como su cabello, y dije:

—Busco a Theo Ash.

Una sonrisa lenta y perezosa se formó en sus labios, y sus ojos se fueron poniendo cada vez más pequeños.

—Soy Theo Ash.

Oh. Eso no lo esperaba, el nombre no sugería que lo portaba el hombre atractivo y asiático que tenía delante.

La segunda cosa impredecible sobre Theo Ash.

Le tendí mi mano para presentarme.

—Encantada, Sr. Ash. Soy la abogada Janesa Mort.

El Sr. Ash le dio un apretón y la soltó lentamente. El suave y tibio tacto de su mano me resultó perfecto, los hombres de manos rudas no eran lo mío.

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