Reacción

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Me había pasado semanas negándome a verlo, soportó cada vez que le decía que no podía encontrarme con él. Siempre me inventaba excusas para ver hasta dónde llegaba su interés.

Lo ignoraba para provocarlo.

Si había algo que disfrutaba mucho, era aquello.

Y quería provocar una reacción en él.

Un día, sin buscarlo ni esperarlo, me encontré debajo de su cuerpo.

Ese día me invadieron muchos sentimientos: deseo, pasión, lujuria, felicidad.

La espera había terminado, y todo había salido como esperaba...

Marcel me había pedido que lo acompañe a su casa después de que nos encontráramos en la calle por casualidad, nos saludamos y luego de intercambiar unas palabras, notó que había olvidado el celular en su casa. Me pidió que lo acompañara hasta allí, no me negué. Lo veía como un modo de darle lo que quería desde hace tiempo; verme y charlar un rato. Después me iría, y tal vez continuaría con mi juego de evasión por mensajes. Además, su casa quedaba cerca, y en minutos podría retomar el camino que debía seguir para hacer las compras.

Entró, me dijo que enseguida volvía y caminó por el largo pasillo que teníamos enfrente, dobló, y desapareció de mi vista.

No era un hombre muy alto ni delgado, e incluso así se veía bien. Me atraía. Su cuerpo tenía una musculatura normal, nada exagerado. Vestía bien, y olía mejor. Aquel día era sábado y no llevaba uno de sus habituales trajes sin saco y corbata, estaba vestido con jeans negro y sudadera gris. Su cabello castaño oscuro lo llevaba siempre corto, y la barba recortada era algo que me gustaba mucho en él. Sus ojos tenían una tonalidad verdosa, su nariz era pequeña, y sus labios rosados me tenían enamorada. Eran pequeños, un poco finos y me resultaban apetitosos. Su voz me agradaba y sus masculinas manos también.

Los minutos pasaban, y Marcel no regresaba.

¿Dónde se había metido?

¿Dónde habría dejado el celular?

No quise seguir esperando en la vereda y entré cerrando la puerta a mi espalda.

A medida que avanzaba por el pasillo, llamé a Marcel.

No respondía.

Llegué a un sector amplio donde había una cocina, sala y comedor.

Marcel seguía sin aparecer.

Un escalofrío me recorrió la espalda, iniciando en la nuca.

Algo peligroso estaba por suceder. Lo presentía. Mi cuerpo me lo advertía.

Pero no me detuve.

Avancé más, hacia una puerta entreabierta más allá de lo mencionado anteriormente y entré al espacio con seguridad.

Era una habitación.

Ay, no.

Tragué saliva.

No quería entrar justo allí, se podía malinterpretar.

Una cama ocupaba la mitad del lugar y no tuve tiempo de ver mucho más.

La puerta a mi espalda se cerró con fuerza, el corazón me dio un brinco en el pecho, unas manos llevaron mis muñecas hacia atrás, un cuerpo se apoyó en mi espalda, y ese mismo cuerpo nos dio media vuelta y llevó contra la pared al costado de la puerta por la que había entrado.

Estaba inmovilizada.

Fue rápido y cuidadoso al hacerlo.

—Marcel... —su nombre escapó de mis labios en un susurro tembloroso.

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