Beso a medianoche

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Me encontraba en una discoteca, con un trago en la mano, recorriendo el lugar donde se estaba llevando a cabo una fiesta por Año Nuevo.

Por una vez quería algo diferente, no quería ir a los festejos de nadie y me aventuré a una fiesta sola.

Me encontraba allí desde las diez de la noche y solo dos horas me separaban de la llegada de Año Nuevo.

Caminé por el lugar, observando todo.

Las chicas llevábamos tacones de diferentes medidas, pero coincidíamos en los vestidos blancos, y estaba segura que debajo llevaban lencería roja al igual que yo. Todo lo que se acostumbra a usar para Año Nuevo.

Los chicos iban muy guapos vistiendo camisas con jeans o pantalones de vestir.

La pista de baile estaba en el centro de la discoteca, una barra ocupaba todo el largo de la pared a mi derecha e izquierda, los baños estaban en el fondo y el segundo piso con sus reservados a la vista y los ocultos detrás de cortinas oscuras.

Luces tenues y música alta.

Todo muy elegante y lujoso.

Las personas iban y venían, bailaban, bebían y reían, llenando el lugar con cada minuto que pasaba y se acercaba la medianoche.

Al momento en que faltaba solo un minuto, una pantalla enorme ubicada arriba de la entrada inició el conteo hacia atrás.

Me di vuelta, dándole toda mi atención.

En ese momento, mi corazón decidió comenzar a latir con fuerza en mi pecho, anticipándose a lo que vendría. 
Pero en mi caso, no.

La música dejó de sonar, la gente comenzó a moverse a mi alrededor, pero yo solo tenía ojos para el conteo. Quería perderme en los números hasta ver pasar el último minuto del año y, también, el primer minuto del Año Nuevo sin preocuparme por no recibir el primer beso del año.

Llegaron los últimos cinco segundos, escuché a mi alrededor como los presentes gritaban a todo pulmón cada uno de esos números dejados atrás y veía de reojo a las parejas acercarse, preparadas para su primer beso del año.

—TRES, DOS, UNO. ¡FELIZ AÑO NUEVO!

De los gritos de júbilo pasaron al silencio absoluto cuando todos se besaron, yo sonreía contenta rodeada por aquel ambiente.

Un nuevo año iniciaba, uno con nuevas oportunidades en cada uno de sus días.
Un nuevo año para vivirlo intensamente.

De pronto, una mano masculina me tomó por el brazo derecho y me atrajo hacia un cuerpo cálido, dejé de ver la pantalla ya que en mi campo de visión solo vi un rostro bañado por las sombras. No distinguía sus facciones con la poca iluminación.

Dirigió su mano libre a mi nuca, sus dedos se enterraron en mi ondulado cabello castaño rojizo y acercó sus labios a los míos.

No tuve tiempo de reaccionar.

El contacto fue arrollador, nada suave. Y luego, se abrió paso entre mis labios con un beso implacable, demandante y pasional.

Lejos de asustarme, me gustó.

Había terminado mi trago hacía rato, mis manos estaban desocupadas a los costados de mi cuerpo y las dirigí a sus estrechas caderas, acercándolo, y le respondí de igual manera.

Mi cuerpo había despertado a la vida, sentía un cosquilleo exquisito por toda mi anatomía, el corazón muy acelerado, la sangre hervía en mis venas y comencé a sentirme acalorada y sonrojada.

El sabor de su boca era adictivo.

El aroma que desprendía su cuerpo era delicioso, una mezcla a menta y bosque combinado con su olor personal. 

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