Sugar Daddy

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Recuerdo que estaba pasando por un mal momento financiero, tenía cuentas que pagar y no sabía de dónde sacar dinero.

Me había quedado sin trabajo desde hacía un mes y no había conseguido otro en ese mismo tiempo. No quería algo que ocupara mis noches, porque a esas las usaba para estudiar y sacar buenas notas en la Universidad, así que ser mesera o atender la barra de un bar estaba descartado.

Una noche de jueves me reuní con mis amigas en la casa de una de ellas para nuestra reunión semanal que nos mantenía al día sobre nuestras vidas.

Desde hacía unas semanas las veía más elegantes, luciendo ropa y joyería cara. Jamás les pregunté nada, sabía que sus trabajos daban buen dinero, pero no para el cambio radical que veía en ellas. No quería ser indiscreta indagando en algo que no era de mi incumbencia, aunque moría de ganas de saber que pasaba.

En la noche, vestidas con nuestros pijamas sexys de seda en el suelo de la sala de estar, cerca del fuego del hogar a leña, entre almohadones, mantas y una copa de vino en la mano les conté de mi situación, una que les había ocultado.

Ellas quisieron ayudar, prestarme dinero, pero me negué.

Quería salir adelante por mi cuenta.

Lo aceptaron, y quedaron en consultar por algún puesto en sus lugares de trabajo y si en una semana mi situación era la misma, aceptaría su dinero a pesar de que no quería.

La velada continuó, dejamos los problemas atrás y pasamos a cosas más divertidas y entretenidas.

—Tienes que descargar esta aplicación, Mar. —dijeron al unísono mis tres amigas.

Fruncí el ceño.

¿De qué hablaban? 

¿Por qué el entusiasmo brillaba en los ojos castaños de aquellas tres morenas?

Estaba algo adormilada a causa del vino que bebía, así que no me respondí aquellas preguntas y simplemente busqué la aplicación de la que hablaban para descargarla y que no me insistan.

Las conocía, y podían ponerse realmente insistentes hasta que conseguían lo que querían.

Cuando la aplicación se descargó, la abrí y me pedía que creara una cuenta.

Puse mi nombre sin pensarlo mucho y continué.

Luego me pedía que ponga foto de perfil.
Varias, en realidad.

Me dejaba poner más de una y las veía al deslizar el dedo de derecha a izquierda por la pantalla.

Ese fue el momento para que mis tres amigas se acercaran, dejando la copa de vino a un lado, y decidan entre ellas lo que debería poner.

No me dejaron opinar o cambiar nada.

Buscaron en mi galería una foto donde se veía bien mi cabello largo brillante color chocolate y mi rostro que estaba maquillado sutilmente, pero resaltando lo correcto.

Cejas arqueadas, ojos color ámbar con pestañas curvadas, nariz fina y recta, labios levemente rellenos con un poco de color rojo.

Mi cabello color chocolate caía a los lados de mi rostro en suaves ondas y la insinuación de la hinchazón de mis pechos quedaba a la vista.

Sutilmente arrebatadora.

La siguiente foto era una que me había hecho frente a un espejo de cuerpo entero.

La cámara estaba a mi espalda, mostrando mi espalda descubierta en el vestido negro ajustado, la falda corta marcaba mi trasero respingón y mostraba mis torneadas piernas. En el espejo se veía mi cuerpo de frente con la pierna derecha estirada más adelante y apoyada en la punta del pie.

Relatos Cortos © [Completa] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora