Llevaba casada quince años con mi novio de la secundaria, Jason.
Era guapísimo. Medía metro ochenta y cinco, era esbelto y musculoso, su cabello castaño claro largo y ondulado lo llevaba casi siempre en un moño masculino, y tenía los ojos celestes más claros y bonitos que había visto, junto a una barba corta y rubia que adoraba acariciar.
Recuerdo que lo conocí a los dieciséis años cuando se cambió a mi colegio y nos hicimos novios meses después.
Pasaron ocho años y nos casamos.
Formamos un hogar, una familia. Fuimos felices en todo el recorrido.
Con él compartí todo de mí.
El primer beso, la primera caricia, mi primera vez.
Con él reí. Con él lloré. Y experimenté todo a su lado.
O casi todo.
En aquel momento, a los treinta y nueve años de edad, me sorprendió al proponerme añadir algo nuevo a nuestra vida sexual.
Me gustó la idea, confiaba en él, me conocía a la perfección y acepté para descubrir con qué me sorprendería.
Era fin de semana, nuestros dos hijos estaban en casa de sus abuelos y fue el momento oportuno.
Así fue como después de una ducha rápida, me pidió que me acostara desnuda sobre la cama, con los brazos a los lados del cuerpo, las rodillas y la mejilla derecha sobre la sábana debajo de mí, y luego me colocó algunos accesorios de un kit de bondage de cuero negro.
A medida que lo hacía, me dijo sus nombres.
Me colocó un cinturón de cintura en la cintura, dos muñequeras, las cuales unió a las argollas de lo anterior y también a las correas que iban arriba de mis glúteos unidas a dos puños en el muslo en mis piernas.
—¿Cómo te sientes? —preguntó con aquella voz profunda que me cautivó más de veinte años atrás.
Acarició mi espalda, dándome consuelo por si era demasiado.
Tomé aire, asimilando mi estado y comprobando las restricciones con los accesorios.
Era extraño, diferente. Nuevo.
Mis mejillas se sentían calientes, el vello en todo mi cuerpo estaba de punta, mi corazón latía muy acelerado y tragué saliva.
Experimenté nuevas sensaciones, y me gustó.
Me descubrí caliente por dentro, el clítoris igualó el ritmo de mi corazón. Estaban igual de acelerados.
Mis pechos se sentían pesados, mis pezones estaban duros, rozando la sábana.
Lamí mis labios buscando humedecer mi boca seca.
No podía creer lo rápido que me había excitado sin que me tocara o besara.
Estaba muy expuesta, abierta para él, para que tomara lo que quisiera de mí y mirara sin impedimentos.
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Short Story(Contenido para adultos) Aquí encontrarás relatos cortos sobre parejas (o no) en un ambiente de puro erotismo y sensualidad, romanticismo y respeto. (Algunas historias contienen una breve descripción e inician) |No te vayas sin leer «Matrimonio arre...