Chocolate

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«Deja los temores atrás,
y disfruta un poco de chocolate»

Conocí a mi preciado Anthony en su negocio del centro de la ciudad. Él tenía un local pequeño donde vendía todo tipo de joyería femenina y masculina, y también carteras para damas.

Entré al local por pura curiosidad sin saber que poco tiempo después nos volveríamos a encontrar en un bar local.

Él se había acercado a mí, reconociéndome de la primera y única vez que me vio.
De haber visitado su local habían pasado semanas.

Me saludó educadamente y me pidió permiso para sentarse al lado mío en la barra. Se lo concedí, y así pasamos unas dos horas hablando de diversos temas.

La conversación fluía muy bien, jamás había conocido una persona que sepa sacarme conversación con facilidad.

Él tenía algo que hacía que me sintiera cómoda y quisiera conversar por horas.
Y aquello me atrajo.

Yo, una chica que a la mínima oportunidad que le daban, huía del hombre que se le acercaba porque tan rápido como él le hablaba, le encontraba un defecto con facilidad.

Después de aquella noche, Anthony me acompañó a mi casa que quedaba a unas siete cuadras del bar y me invitó a ir al cine el siguiente viernes.
Luego de ese día, empezamos a salir más seguido en la semana y vernos o llamarnos por celular casi a diario.

Había pasado mes y medio, y en ese tiempo solo nos habíamos besado dos semanas atrás. Luego de esa primera vez, lo repetimos cada vez que tuvimos la oportunidad.

Comprendimos que no nos quedaríamos como amigos, entre nosotros fue surgiendo una atracción e interés mutuo que se intensificó con cada día que estábamos en presencia del otro.

Era sábado por la noche y quedé con Anthony para cenar en su departamento, nunca antes había ido allí.
Anteriormente siempre nos vimos en diferentes locales de la ciudad, nunca nos habíamos citado en casa del otro.

Llegué a su puerta, la número 8 de los 9 apartamentos con azotea que había en ese edificio.
Toqué el timbre y esperé.
Hubo un ruido del otro lado y luego la puerta se abrió despacio.

Anthony ocupó el espacio bajo el umbral y me sonrió.
Su piel morena se veía espectacular con esos pantalones de vestir y camisa azul claro.

En mi mente solté un suspiro.

Su mirada oscura, rodeada de largas pestañas, estaba sobre mí, y esos labios algo gruesos se curvaron para darme una sonrisa cálida aunque su mandíbula cuadrada se notaba tensa.

Nos mirábamos sin hablar.
Tal vez sentíamos que esa sería la noche que disfrutaríamos en brazos del otro.
Había llegado el momento.

—Estás muy hermosa, Naomi. —dijo con la voz más ronca de lo habitual.

Sonreí mientras pasaba por el espacio entre la puerta y él. Nuestros cuerpos se rozaron y la respiración se me agitó, mi corazón latió con fuerza.

Había dejado mi pelo castaño claro suelto y no me había maquillado casi nada, solo le puse máscara de pestañas a mis ojos avellana y un mínimo de color a mis labios. Vestía una camisa roja abotonada, hasta la altura de mis pequeños pechos, y metida dentro de unos jeans oscuros elastizados. En mis pies llevaba unas sandalias con unos cinco centímetros de tacón.

No me vestí muy extravagante, pero eso no importaba.
Anthony siempre me veía hermosa.

Con una gran mano morena en mi espalda baja, me llevó a conocer cada habitación y pasillo de su departamento.
Me sentía acalorada por su simple toque en esa parte de mi cuerpo, y seguro mi rostro y cuello estarían del mismo color que mi camisa.

Relatos Cortos © [Completa] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora