Amor sin censura

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«No te limites, busca tu propia versión de amor y vívelo sin censura»

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Nota:
¿Viste la foto de arriba?
En esta ocasión leerás sobre una pareja de chicas.
Puedes leerlo o pasar al siguiente relato.
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A la edad de seis años fui adoptada.
Mis padres adoptivos fueron el gran regalo que la vida me dio. Ellos me daban todo lo necesario día a día y más, pero demostraron que siempre se podían superar a sí mismos.
Un año después, la vida y ellos, me hicieron un gran regalo.
Una hermana.
Una niña de siete años, como yo, que adoptaron y le brindaron todo al igual que a mí.
Sabíamos que no compartíamos sangre, y aún así nos quisimos mucho. Crecimos creando mundos en nuestros juegos, compartiendo todo y siendo las mejores amigas. De adolescentes nos hacíamos confidencias y sabíamos todo de la otra.

Solo había una cosa que nos estábamos ocultando.

Y una noche, eso cambió.

Al terminar la película que veíamos en la laptop estando recostadas en la misma cama, hubo una mirada bajo la luz tenue de nuestra habitación, una sonrisa lenta y, lo comprendí.
La niña, ahora mujer, con la que lo compartía todo, me observaba de forma diferente, y...

Nuestros padres adoptivos nos dieron todo lo que podríamos querer o necesitar, pero lo más preciado fue que gracias a ellos, encontré el amor.

Lo encontramos.

Mara y yo nos amamos esa noche.
Nos exploramos entre besos y caricias que nos llevaron a la cima de un clímax asombroso.

A la mañana siguiente, nos despertamos llenas de dicha.

Y así ha sido por tres años.

Ahora tenemos veinte, y queremos implementar algo nuevo a nuestra vida sexual.
Me encuentro en un sexshop, buscando un dildo de dos cabezas para disfrutar de quitarnos la virginidad al mismo tiempo.

Nuestros tres años de relación han estado llenos de sexo oral en variadas y placenteras posiciones, nos hemos derretido en brazos de la otra hasta caer sobre la cama agotadas y saciadas por el momento.

Ahora estábamos listas para más, nuestros padres viajarían por trabajo y nosotras estaremos solas en casa para poder llevar a cabo lo que deseamos.
Serán unos días magníficos.

Mientras busco el dildo ideal para el momento, Mara se ha quedado en casa a despedir a nuestros padres adoptivos, y luego, empezará a preparar nuestra habitación con lo necesario.

Sé que ella pondrá velas aromáticas que cumplirán doble función: dará a la habitación un aroma exquisito y habrá poca luz. Solo la necesaria para vernos a los ojos en cada momento.
Suspiro mentalmente, y pago por el dildo que he elegido.

Es grueso, largo, flexible y tiene una cabeza rosada en cada punta y muchas venas abultadas.
Se ve muy real.

Camino a casa las quince cuadras que hay para llegar desde el local. Llego a casa poco antes de que el sol comience a ocultarse, veo que el auto de mis padres adoptivos no está estacionado en la acera y confirmo que se han ido. Busco las llaves en mi bolso, abro la puerta, entro despacio y cierro.

Unas manos me agarran por los hombros y dan vuelta, las mismas manos se van a mis mejillas y atraen mi rostro a uno que conozco muy bien.

El precioso rostro de Mara.

Veo un destello de hambre en sus ojos marrones y una sonrisa antes de que sus labios rojos besen los míos.

Mara es puro fuego, ella y su cabello rojo lo son. Es pelirroja natural con algunas pecas dispersas en su rostro, piel pálida y hermosa. Yo soy lo opuesto, mi piel parece tener un bronceado permanente, mis ojos son oscuros como mi cabello.

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