El momento después

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«A veces lo más delicioso no es lo que te está pasando en ese mismo momento, lo más delicioso puede ser el momento después»


Sentada desnuda sobre el borde de la bañera del pequeño baño de mi apartamento, me encuentro pasando la maquinita de afeitar por mis piernas. Minutos antes ya me había depilado la entrepierna, y ahora estoy terminando con mis piernas. Me enjuago bien, me levanto, alcanzo la toalla de arriba de la tapa del inodoro y me seco las partes depiladas. Salgo de la bañera, y me pongo delante del lavamanos que está delante del inodoro. Me lavo las manos y la cara, y me seco con otra toalla. Mientras me seco el rostro, miro mi reflejo en el espejo que está arriba del pequeño lavamanos.
Ojos grises me devuelven la mirada.
Dejo la toalla colgada, me saco el colín que me ata el cabello castaño y abro la puerta del baño. Salgo al pasillo desnuda ya que estoy sola en el apartamento y camino hacia la puerta que está al frente.

Mi habitación.

Abro la puerta, enciendo la luz con la tecla a mi izquierda. Frente a mí hay una ventana que da a la calle, voy hacia allí y puedo ver la noche oscura que se desarrolla fuera. Miro a los autos estacionados en la acera, aún es pronto para ver el de mi novio ahí.

Voy hacia mi izquierda, hacia la mesita de luz al lado de la cama y busco la crema hidratante en los cajones. Una vez que la encuentro, doy la vuelta, camino hacia el placard frente a la cama.
Con la crema hidratante bajo el brazo, busco ropa interior cómoda pero sexy y la camisa roja que mi novio, Marco, me dejó hace unas semanas.

Ya tengo lo que buscaba, y camino con todo hacia los pies de la cama, dejo todo ahí y empiezo a pasar crema por mis piernas. Apoyo el pie derecho en el borde de la cama, abro la crema hidratante y pongo un poco en mis manos para pasar por mis piernas desde los tobillos hasta la ingle, y repito con la otra. Lo hago con una sensualidad y lentitud como si quisiera seducir a un ser invisible.

Sonrío traviesa.

Pongo otro poco de crema en mis manos, e hidrato mi entrepierna.
Se siente tan bien.

El hecho de estar recién depilada me resulta estimulante, delicioso, solo me faltaría que alguien estuviera aquí para disfrutar de tocar la suavidad en mis partes depiladas.

Suspiro.

Me inclino estirando el brazo para agarrar las bragas negras cuando unas manos en mis caderas me detienen a medio camino.

Marco.

Al parecer ha llegado temprano, y no lo escuché. Tiene la habilidad de caminar sin hacer ruido.

Comienzo a ponerme derecha lentamente hasta pegarme a su cuerpo esbelto y musculoso. Mi cabeza queda justo debajo de su mentón.
Él es realmente alto.

—Hola, bella Rose. —susurra ronco a medida que baja su rostro hasta mi hombro izquierdo, lo besa y hace un camino de besos desde allí hasta mi cuello, y sube con más besos hasta detrás de mi oreja. —Siempre hueles de maravilla. —hace una pausa a la vez que acaricia mis caderas y cintura. —Me encantó llegar, y verte tan absorta en las atenciones que le dabas a tu cuerpo. —sonrío.

—Solo me ponía crema hidratante en las zonas que me había depilado. —aclaro mientras mi cuerpo se eriza, y mis pezones se ponen duros.

—Ooh. —susurra ronco. —Acuéstate en la cama y abre las piernas. —trago saliva. Se me acelera el corazón ante lo que me pide que haga con voz autoritaria. La camisa, ropa interior y crema hidratante son dejadas a un costado mientras subo a la cama dándole la espalda, doy la vuelta y lo miro mientras me acuesto.

Está guapísimo.

Su traje azul oscuro de policía le queda de maravilla. Todavía no me he acostumbrado a esta impresionante vista en los 11 meses que llevamos juntos y no creo que llegue a pasar. Ha dejado su chaleco antibalas y la pistola en algún lugar de mi apartamento antes de venir a mí. Observo su rostro de facciones marcadas, sus ojos casi negros que contrastan con su cabello rubio oscuro que tiene el largo ideal para tirar con fuerza moderada (o no) en momentos de pasión.

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