Dos corazones rotos necesitaban ser sanados y un par de tenis fue la razón de que sus vidas tuvieran sentido.
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Nash es un chico reservado y peculiar. Antes era el favorito de todos, el rey del mundo. Pero por un error cometido por sus padres ahor...
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Antes desayunar con mis padres era lo mejor, hablábamos sobre mi día en la preparatoria, de mi entrenamiento, de cómo me iba en el Hockey. De cómo le iba a mi madre en su oficina, de las cosas que pasaban en la editorial donde mi madre trabajaba. De los libros a los que les hizo las portadas y de las cuales ella estaba contenta con el resultado.Todo eso ahora está enterrado, olvidado por culpa de ellos, de su error. Ahora mi madre ya no hablaba sobre las portadas que había hecho porque su jefe la despidió. Yo ya no podía hablar de los entrenamientos de hockey porque me habían expulsado del equipo.
Al parecer el abogado de mi madre hizo que la dejarán libre, vieron que ella no tenía nada que ver con lo que mi padre hizo. Aun así, seguíamos jodidos, más que jodidos.
Aún recuerdo todo. Las luces de las patrullas afuera de nuestra casa, los policías armados, mi madre llorando, mi padre en su despacho tomando Whiskey diciendo que nada malo estaba pasando que había sido un malentendido. Que alguien iba a testificar por él. Que solo había sido un malentendido que pronto se iba a resolver, vaya que se había resuelto como papá lo dijo, ya había pasado un año y todo seguía igual.
¿Alguien testifico por él? No, nadie lo hizo. Nadie fue a la estación de policías y testificó a favor de mi padre. Aunque alguien si testifico, alguien fue y hablo con los oficiales, pero no para testificar a favor de él y que saliera libre, no, esa persona "Anónima" testifico en contra de él.
Mi padre era culpable y estaba en prisión. Nadie podía demostrar lo contrario porque esa persona anónima había hablado y confesado todo.
Hace dos años yo podía salir a la calle, ir al centro comercial. Ir a alguna tienda sin que nadie me impidiera entrar. Un año después era mejor quedarme en mi casa para no tener problemas con nadie y menos con los oficiales de policía. Ni mi madre, ni mi abuela querían que otro miembro de la familia estuviera metido en prisión. Así que para no arriesgarnos era mejor no salir de mi habitación.
—Nash, podrías pasarme la mantequilla —la dulce voz de mi madre me regresa a esta estúpida realidad, la cual tengo que vivir.
Asiento con la cabeza, dejando mi pan tostado en el plato.
—Ten, madre —le tiendo el plato con la mantequilla.
—Gracias.
Le devuelvo la sonrisa, aunque la mía no sea tan real como la de mi madre.
Le doy una mordida a mi pan tostado. Y mi madre corta un pedazo de la mantequilla. Veo hacia el frente donde está la silla y los plazos acomodados como a papá le gustaban que estuvieran. Ella lo hizo de nuevo.
Mama es consciente de lo que estoy observando, ella suspira y sigue con el rostro en su plato.
—Lo siento. Sé que él no bajara por las escaleras con el periódico en su mano y me besará la frente —dijo con la voz entrecortada.