Dos corazones rotos necesitaban ser sanados y un par de tenis fue la razón de que sus vidas tuvieran sentido.
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Nash es un chico reservado y peculiar. Antes era el favorito de todos, el rey del mundo. Pero por un error cometido por sus padres ahor...
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Gruñí sintiendo la presencia de Ben en la habitación.
No podía dormir tranquilamente en ningún lugar porque cualquier cosa interrumpía mi sueño.
—Deja dormir —mi voz era más grave como todos los días al despertar, pero en esta ocasión era casi un susurro ronco. Fue muy mala idea haberme quitado la camisa mientras mis huesos se estaban congelando en el jardín de la casa. También fue una mala, muy mala idea haber ido a esa cena, ver a Abbey en ese vestido azul fue lo único que estuve observando en toda la noche que estuve en ese lugar lleno de empresarios y gente creída y prepotente.
Algo extraño fue que en ningún momento vi a Molly, estaba el señor Brooks en cambio. Tampoco estaba Matthew, ni Casper, algo demasiado extraño viniendo de ellos, que prefieren tener la atención de todos.
En ningún momento pude tener la oportunidad de acercarme a ella, menos con la presencia de su padre, quien no dejaba de verme en toda la noche. Parecía un depredador viendo a su presa, y por primera vez en toda mi vida, realmente me sentía como la presa. Me sentía desprotegido y nervioso.
Bostecé sin abrir los ojos.
La habitación queda completamente iluminada, teniendo que cubrir mi rostro con la almohada. La cama se hundió y tenía ganas de encerrar a Ben en el armario para poder dormir un poco más.
—¡Maldición! Siento que mi cabeza va a explotar —espeté con la cabeza enterrada en la almohada.
—Nash, llegaré tarde a la escuela y si llego tarde mamá se va a enojar mucho —Ben comenzó a dar saltos sobre la cama.
Gruñí lanzándole una almohada.
—¿Ben, estás bien? Ben respóndeme —comencé a preocuparme al no escuchar ninguna respuesta de su parte. Ben callado significaba que había pasado algo.
Mierda, mierda, mierda y mil veces mierda junto con todo el odio que le tengo a la ensalada de pollo.
La situación podría salirse de control y mi paciencia yéndose también. Ben está sentado en el piso con la cabeza escondida entre sus piernas y sus manos cubriendo lo que sobresale de su rostro. Creando un tipo de barrera.
—Ben...
—Te acusaré con Abby para que ella te golpeé con su bate —amenazó levantando su rostro, el cual, estaba rojo.
No tenía que decir nada estúpido que lo hiciera llorar más de lo que ya lo hacía. No quería lidiar con un niño llorando. En estos momentos comenzaba a tener como una opción llamar a cualquier persona que me ayudara con Ben, excepto mi madre o la madre de Ben, menos a mi abuela. Si mis abuelos llegaban a enterarse de que no pude cuidar a un niño de ocho años, ellos dos se burlarían de mí hasta que ellos estuvieran satisfechos con sus burlas.
«No, debo actuar como un chico que puede resolver las cosas con paciencia y sin salirse de control».
Dejaría a un lado el lado arrogante de mi cabeza y pediría ayuda sin la llegase a necesitar, por más que se burlaran.