Capítulo 3

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Sentía que mis huesos se estaban congelando, pero aun así seguía corriendo

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Sentía que mis huesos se estaban congelando, pero aun así seguía corriendo. Mis piernas ya estaban comenzando a dolerme y sabía que después iba a tener que vivir las consecuencias.

Me detuve con la respiración jadeante en la esquina de la casa de mis abuelos. ¿Qué hacía en la casa de mis abuelos? El detective iba a interrogar de nuevo a mi madre y a revisar la casa, como ellos dijeron: "Por si encontraban algo raro"

Mierda, estaba harto de eso. Ya tenían a mi padre en prisión, ya no tenían otra cosa que hacer en nuestra casa, pero ellos no estaban conformes con eso. Ellos querían seguir buscando cosas que nunca iban a encontrar.

—Oye, ¿podrías pasarnos el balón?

Pateé el balón de fútbol y di la vuelta comenzando a ver el jardín lleno de flores de colores que había en la casa de alguna familia que era algo extraña, casi nunca salían y con eso llegué a pensar que realmente los vampiros existían, pero luego recordé que había terminado de leer un libro en donde los protagonistas eran vampiros.

Me acomodé el gorro de lana y me quite los audífonos. Molesto conmigo mismo, seguí corriendo, sentía que de esa forma me estaba castigando a mí mismo, o sentía que estaba en los entrenamientos antes de tener un juego.

Ya iba a comenzar la temporada de hockey, el equipo de la preparatoria se estaba preparando para eso, en mi cabeza comenzaron a llegar recuerdos del último juego que jugué, ganamos.

Los visitantes quedaron derrotados.

Sonreí al recordar eso. Mierda, extrañaba demasiado salir y jugar en una pista de hielo, sentir esa adrenalina que sentía mientras esquivaba a los otros jugadores, y hacia maniobras con el stick para que no me quitaran el disco. Poder decir que las estrategias que habíamos hecho habían funcionado de maravilla.

—¿Quieres jugar con nosotros? —preguntó el chico que estaba jugando en la cancha de la casa del frente. Era unos años menor que yo, pero se creía un chico de mi edad.

—No, gracias. Tengo cosas que hacer —mentí dándome la vuelta para ir hacia la casa de mis abuelos.

Ahora parecía un chico amargado que no quería hacer absolutamente nada, pero lo único que hacía era poner mis barreras, cualquier persona sabía que había hecho mi padre.

La noticia se repetía una, dos, tres veces en el televisor. Cada vez que encendía el televisor para ver algo, salía mi padre siendo arrestado, salía mi madre llorando, salía yo sin entender que era lo que estaba pasando y, aunque dijera la verdad sobre que yo no sabía lo que mi padre estaba haciendo, nadie me creía.

Las yemas de mis dedos estaban rojas, al igual que mi nariz. Entré a la casa cerrando la puerta detrás de mí. Dejé las llaves en el recibidor y caminé hacia la cocina.

—Mi niño, te vas a resfriar —mi abuela seguía cocinando. Respiré con fuerza después de que allá afuera casi sintiera que me quedaría sin nariz.

El Chico De Los Converse Negros [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora