Capítulo 6

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Mi padre está sentado en la barra de la cocina leyendo lo que pienso es alguno de los periódicos sobre noticias de la empresa donde trabaja

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Mi padre está sentado en la barra de la cocina leyendo lo que pienso es alguno de los periódicos sobre noticias de la empresa donde trabaja. Molly aún sigue en su habitación mientras se termina de arreglar para irse a su empresa. Nick está en el jardín de la casa, practicando con el stick. Yo estoy sentada en la barra de la cocina intentando terminarme el cereal, que ahora estoy detestando.

Este cereal no sabe a absolutamente nada.

Molly está haciendo una especie de dieta y yo, junto a Nick, tenemos que soportar comer cosas que no saben a casi nada. A mi padre no le molesta eso, él también come lo que sea que Molly este comiendo. Ayer mi padre me castigo porque, supuestamente él, yo "desprecie" la comida que Molly había comprado.

¡Por dios!, la comida la compró. Me hubiera sentido mal si ella la hubiese preparado, pero no, ¡la compro!, La compro en un restaurante.

—Abbey, ¿podrías terminarte ese cereal? —Aunque fuera una pregunta, el tono con el que lo dijo hizo que sonara más como una orden.

—Ya no tengo hambre.

—Abbey Annalise Brooks —dijo con autoridad. Me encogí de hombros con unas fuertes ganas de llorar.

—No me llames así —susurré con la voz apagada. No quería seguir recordando que mi madre ya no estaba conmigo, y escuchar su nombre complica las cosas. Sí, amo que mi segundo nombre sea Annalise, ese era el nombre de mi madre, pero duele que no pueda seguir llamándola madre.

—No quería...

—¿Porqué decidiste que me viniera a vivir contigo? estaba un poco más feliz estando con mi abuela. Ahí me sentía más cercas de mi madre, me sentía realmente en casa, no lo que siento viviendo aquí —hablé levantando el rostro para verlo.

—Porque eres mi hija —respondió dejando el periódico en la mesa.

—No papá, no quiero esa respuesta tan estúpida. Quiero una respuesta concreta en la que no me sienta como un estorbo para ti.

—Abbey, eres mi hija.

—Sí, lo soy. Pero decirlo así, suena más como algo que te obligue a hacer, que te obligue a traerme contigo —declaré haciendo una mueca con los labios, si riendo como mi ceño se arrugada.

—Abbey. No eres ningún estorbo.

—Papá, estar en esta casa me hace sentirme como eso.

—No lo tienes que pensar porque no lo eres.

—Papá. ¿Cuantas veces desde que llegué a esta casa hemos hablado?, ¿qué día hemos hecho algo como padre e hija?, ¿cuándo hemos hecho algo juntos? —inquirí limpiando con la manga de mi cárdigan las lágrimas que se deslizaron por mi mejilla.

—¿Por qué no habías hablado conmigo sobre cómo te sientes? —quiso saber, tensando la mandíbula y apretando los puños. Se sentía culpable.

El Chico De Los Converse Negros [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora