Dos corazones rotos necesitaban ser sanados y un par de tenis fue la razón de que sus vidas tuvieran sentido.
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Nash es un chico reservado y peculiar. Antes era el favorito de todos, el rey del mundo. Pero por un error cometido por sus padres ahor...
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Al parecer las personas a mi alrededor se la pasaban mintiéndome y ocultándome cosas. Mamá me mintió cuando dijo que se sentía bien y no necesitaba ir al médico, papá y mamá me ocultaron su divorcio. Molly tal vez realmente no amaba a mi padre. En toda mi vida me habían mentido, ¿por qué ahora esto me lastimaba? Ahora Nash se había sumado a esa lista.
Volví a cubrir mis pies con la manta, tomando una gran cucharada de helado de chocolate.
—Abbey, ¿puedes dejarme entrar? —esta era la tercera vez que Nick preguntaba lo mismo.
¿No sé cansaba de venir y preguntar lo mismo y recibir la misma respuesta?
Y él estaba consciente de que mi respuesta iba a seguir siendo la misma.
—No. Ve y úneteles a las personas que en toda mi estúpida vida me han mentido —respondí encendiendo el televisor.
—Abbey, se nos hará tarde sino sales de esa habitación —informa desde el otro lado de la puerta.
Bueno, mi intento por no ir a la preparatoria falló.
Dejo la manta en la cama y camino hacia el baño.
Las duchas en la mañana siempre han sido mis favoritas, podía durar horas dentro de la regadera. Pero mis padres arruinaran ese momento cuando me sacaban de la ducha. Me envolvían en una toalla mientras me reprendian con que mi piel estaba arrugada. Yo me reía sobre eso.
El agua fría cae sobre mí. Relajando mi cuerpo.
Salí de la habitación en silencio, bajando las escaleras. Nick estaba sentado en el sofá de la sala mientras sostenía un tazón con cereal.
—¿Ese es mi cereal?
—Cuando tú lo compres con tu dinero, será tu cereal.
—Papá lo compro para mí.
—Yo te llevo a la preparatoria y no estoy diciéndote nada.
Papá sale del cuarto de lavado con una pila de ropa.
Mi padre sigue aquí, en casa. Él debería estar en la empresa haciendo lo que sea que hace en esa empresa que consume todo su tiempo.
—¿Papá no deberías estar en la empresa? —cuestioné confundida.
Caminé hacia él para ayudarle con la pila de ropa.
—Sí, debería estar allá, pero aquí estoy —dijo con clara obviedad. Vi por detrás de mi hombro a Nick que ocultaba una sonrisa burlona.
—Entonces... ¿no ira a la empresa? —volví a preguntar. Debía estar segura de que papá iba a estar este día libre.
—No, así que los llevaré a la preparatoria —mis ojos se abrieron de golpe al escucharlo. Nick se levantó del sofá y se detuvo a mi lado, igual de sorprendido que yo.