Dos corazones rotos necesitaban ser sanados y un par de tenis fue la razón de que sus vidas tuvieran sentido.
...
Nash es un chico reservado y peculiar. Antes era el favorito de todos, el rey del mundo. Pero por un error cometido por sus padres ahor...
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Molly había estado delante de nosotros.
Abbey había dejado de actuar como siempre lo hacía. Su rostro no me miraba, comenzó a actuar a la defensiva.
Me muevo incomodo en la silla mientras Abbey picotea su comida con el tenedor.
—Abbey...
—No, Nash. Estoy molesta —respondió con ira.
Si, bueno, tal vez Molly dijo algo sobre mí, sobre mi padre, de lo que no me defendí, ni dije lo contrario a lo que ella había dicho. Algunos otros estudiantes que estaban en el pasillo escucharon lo que Molly estaba diciendo y Abbey se molestó.
Ahora no quiere hablar conmigo, ni con Madison o Kyle.
—Abbey, no me importa lo que ella o los demás digan de mí, no es tan importante. No te lo tomes tan enserio, ellos solo hacen que te molestes por algo que no vale la pena —expliqué, con la pequeña esperanza de que Abbey dijera algo.
—Pero sí importa, me molesta que ellos digan cosas así, que te vean como ellos lo hacen —señala detrás de mí, hacia donde están las demás bancas y de donde algunos estudiantes nos están viendo.
—No te debe dar importancia, deja eso y concéntrate en algo que de verdad valga la pena —establecí, inconscientemente poniendo la palma de mi mano sobre la mano de Abbey.
—No puedo, no sabes en todo lo que pasa por mi cabeza. Tengo que vivir con la culpa de que si alguna vez, por mi torpeza, digo que Molly ha estado engañando a mi padre, arruinare todo. Nick tal vez no me vuelva a hablar, mi padre tal vez decida mandarme a Carolina del Norte, antes no me sentiría mal si eso pasara, ahora sí, no quiero irme —su voz perdió intensidad cuando nuestros ojos se encontraron.
—¿Por qué dejaste de hablar? —pregunté.
—Porque... después vas a intentar callarme besándome —contestó haciéndome abrir los ojos y echándome a reír.
—¡Por dios! —digo cuando consigo un poco de aire.
—Nash, no debes reírte. Es enserio —masculla molesta.
Pero sé que hay algo de diversión en su rostro, sus mejillas están rojizas y en su rostro se asoma una sonrisa que ella quiere ocultar. Aprieta los labios para no sonreír.
—Lo siento —rio levemente —, lo siento... —aclaro mi garganta dejando ir el momento.
—Eres un idiota...
—Pero te hice sonreír.
—No lo hiciste.
—Mira, te hice hablar, entonces... —la señalé enarcando mi ceño.
—No... —se queda callada y agacha su rostro.
—Tú fuiste la que hizo esto, yo no. Esta vez, por primera vez, no te hice reír, tú fuiste la que hizo que yo lo hiciera —establezco tomando el tenedor y comiendo un poco del pan, ahora picoteado, de la comida de Abbey.