Dos corazones rotos necesitaban ser sanados y un par de tenis fue la razón de que sus vidas tuvieran sentido.
...
Nash es un chico reservado y peculiar. Antes era el favorito de todos, el rey del mundo. Pero por un error cometido por sus padres ahor...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Escuché por segunda vez la voz de Nash pidiéndome que me detenga.
No lo hare, no me detendré.
Sigo caminando entre las personas sin saber a dónde quiero ir realmente.
—Vamos, Abbey. ¡Détente!
Negué con la cabeza y seguí caminando con más prisa mientras intentaba no tropezarme con nada o no chocar con los cuerpos de las demás personas que caminaban a mis lados o que caminaban en dirección hacia lo que se encontraba detrás de mí.
Estaba molesta.
No.
No solo estaba molesta con Nash, también lo estaba con mi padre porque él me había prometido que este día solo era para nosotros dos. Que no respondería ninguna llamada, pero eso no fue lo que él hizo. Claramente eso no pasó.
Nash es un idiota que está mintiendo y sabe que eso traerá muchos problemas. Yo soy culpable de eso también.
—¿Creo que ese chico quiere hablar contigo? —una señora me detiene tocando mi hombro.
—Creo que deberías hablar con él. Se ve que de verdad quiere hablar contigo —la señora al lado de ella me dice, viendo a Nash.
Estoy por salir corriendo y sin importar que me vea grosera con las señoras, pero una segunda mano se detiene en mi hombro, y otra en mi brazo que me hace paralizarme.
Respiro cortadamente al ya saber que esas manos son de Nash y que él está detrás mío.
Muevo mi brazo para que lo suelte.
Escucho a Nash suspirar, —Solo no salgas corriendo.
Pidió antes de deslizar su mano y dejar de tenerla sobre mi brazo.
—¿Qué no salga corriendo?
—Vamos, Abbey. Lo acabas de hacer —alza los brazos y señala detrás de él.
Volteo un poco hacia un lado. Las señoras que me detuvieron ya no están y ahora detesto que eso haya pasado. Quería salir corriendo y no hablar con Nash, no podía hacerlo. No después de levantarme en medio de la noche porque soñé que había besado a Nash, la noche en la que me comí esos tontos brownies.
Él había dicho que me quería besar y yo lo había dejado hacerlo.
—Déjame hablar, ¿sí?
—No.
—Maldita sea, estoy enfrente de ti pidiéndote que hablemos. ¡Te lo estoy rogando! —susurro-grito. Los músculos de sus brazos se tensaron.