Capítulo 22

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—Perfecto, aun no me lo creo

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—Perfecto, aun no me lo creo.

—¿De qué hablas?

Como no tengo repuesta alguna por parte de Nicholas. Hecho mi cuello hacia atrás y pongo uno de mis dedos en la página en la que me he quedado para no perderme. Decidí leer un poco, estoy tumbado de bocarriba en el sofá que gris que hay en la sala, con la cabeza en el respaldo para poner los brazos y los pies sobre el respaldo del sofá, el clima frio de la habitación mantiene mis pies fríos, muevo mis dedos sintiendo como el aire acondicionado hace pequeñas cosquillas en las plantas de mis pies, o solo es Abby que juega con la pluma de un ave que encontró en el jardín.

Mi cuello comienza a cansarse, me enderezo quedando sentado y con los pies en el piso. Tomo el separador con temática de Harry Potter y lo pongo en la página donde me quede.

Nicholas esta recostado en el piso, bocarriba, su cabeza descansa en uno de os cojines del sofá mientras sus pies están sobre la mesa donde están los juegos de mesa y los videojuegos. Cuando se gira para verme, voltea el libro que está leyendo y me muestra presionando su dedo en una de las páginas y con los ojos como platos.

—Estos chicos tienen poderes con solo usar runas —me comenta, atónito, —. ¿Cómo diablos pueden hacer eso? Estuve comprendiéndolo y yo llegue a ninguna conclusión, pero sé que quiero vivir en el Londres victoriano y ser una versión más joven de Will Herondale. En mi opinión y teoría Tessa debería quedarse con él.

—A lo primero, puedo decirte que es un libro de fantasía y las runas tienen sus secretos, a lo Segundo, te digo que yo también podría vivir en el Londres victoriano, y que también te seguirás volviendo loco y morirás haciendo teoría.

—¿Cuantas paginas te faltan para terminarlo? —me pregunta señalando con la cabeza en libro que estaba leyendo.

—Menos de la mitad tal vez, ¿y tú? —indique tomando el libro.

—Unas veinte o treinta paginas tal vez —confesó tan sereno que me hizo abrir los ojos. Tan sereno estaba que aún no recordaba que el libro lo había comenzado el viernes, cuando me pidió que le prestara un libro porque los que los que le había dado ya los había terminado.

—El gatito es bonito —chilló Abby desde el otro lado de la sala.

—¿Gato?

—¿Que gato? —me pregunte recordando que nosotros no teníamos gato porque mi abuelo era alérgico a ellos y porque tampoco le gustaban los gatos.

—Gatito bonito, vamos a ponerte más lindo —Abby entro a la sala con algo abrazado entre los brazos.

—Mierda.

—Pero... mierda —masculló Nicholas viendo lo mismo que yo estaba viendo.

Abby no sabía lo que tenía abrazado entre los brazos. Lo que estaba abrazando no era ningún gato, no era el gato del señor Kingwell, ni el gato de la hija de los señores Turner. Era un jodido mapache lo que ella traía en los brazos.

El Chico De Los Converse Negros [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora