Capítulo 22.

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35.

Cuando miraba a Shen Qingqiu, este siempre brillaba.

No era como si algo le alumbrase, no era como si un fuego fatuo se posara encima de la cabeza de Shen Qingqiu para que todas las miradas se dirigieran a él, era un brillo propio, él era lo más brillante de cualquier habitación por el simple hecho de estar ahí.

Shen Qingqiu destellaba gentileza en los ojos, pero una fría y profunda elegancia en todo su cuerpo. Su exterior era simplemente la encarnación de 'estar demasiado ocupado como para preocuparse por los asuntos de los mortales'.

Liu Qingge no podía imaginarse nada que brillara como Shen Qingqiu, en su mente afirmaba que Shen Qingqiu proyectaba sombras en todo lo demás cuando apenas entraba a la habitación. Brillante, cálido y chispeante.

Se perdió en la piel pálida, de porcelana fría, en el cabello negro, el las cejas arqueadas elegantemente, en las pestañas larguísimas, en los rasgos afilados... en los ojos grises.

Shen Qingqiu tenía unos ojos que, al principio, hacían a uno pensar que eran verdes, pero Liu Qingge ya había estado con esa duda antes, lo había observado demasiado desde entonces, los ojos de Shen Qingqiu eran grises, metal con motas de jade verde en una aureola por dentro, trazando la pupila.

Plata derretida, brillando en oro y esmeraldas.

Sintió la garganta seca, su respiración irregular, el corazón seguía martillando en sus oídos desde hacía horas. ¿Shen Qingqiu se daría cuenta?, ¿sabría lo que estaba provocando?

Seguramente no, Shen Qingqiu lo había visto... lo conocía, pero esto era nuevo hasta para el mismísimo Liu Qingge, sí él no lo sabía, ¿qué sabría Shen Qingqiu?

Ansiaba que lo supiera, que se diera cuenta... ¿de qué?

"¿Shidi, estás bien?" sus labios, sus ojos, Shen Qingqiu le estaba hablando... debía concentrarse, volver, debía decir algo.

"Inexacto" soltó entonces... fue más difícil que sostener su espada, era incluso más difícil que combatir el sueño mucho después de que le haya vencido el agotamiento (solía pasarle... cuando aún era un discípulo).

Rememorar sensaciones, experimentar nuevos sentimientos... todo eso le estaba quemando por dentro. Y sí no escupía esas palabras, entonces escupiría lo que no entendía.

"¿Eh?" Shen Qingqiu se alejó al tiempo en que Liu Qingge miraba arriba.

¡No podía seguir soportándolo!, ¡no podía seguir viéndolo!, ¡si aquello era correcto (que no lo era)!... ¿No lo haría el destino de Shen Qingqiu?

Miró arriba porque no podía soportar la intensidad de Shen Qingqiu, no podía seguir viéndolo y pretender que no pasaba nada en su mente o en su cuerpo, no podía seguir evitando que eso lo hacía más feliz de lo que alguna vez podría admitir en voz alta.

Era impensable.

¿Y qué haría si Shen Qingqiu se diese cuenta?, ¿cómo arreglaría todo el embrollo que eran sus sentimientos en ese preciso momento?, ¿cómo acallaría a su mente para poder responder algo estúpido?, ¿cómo le mentiría cuando en ese momento quería serle lo más honesto posible?

¿Cómo podía decirle que él tampoco se entendía a sí mismo? Que la lógica a la que se aferraba tanto carecía de pies y cabeza... y de idea... No pensaba en nada, sí cerraba los ojos tampoco vería nada y si se hacía el idiota tampoco oiría nada.

Entonces, no sabía nada.

"¡Sus predicciones son inexactas!" insistió.

La súcubo demoniaca Meiyin replicó indignada, "¿Por qué estás tan seguro de que las predicciones de esta mujer son inexactas?"

La mejor de las escoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora