Capítulo 41

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Lo siento por adelantado por la bomba que está destinada  a explotar en este capítulo PERO LES ASEGURÓ QUE HABRÁ UNA EXPLICACIÓN. ¡Tal vez no hoy! ¡Tal vez tampoco mañana! 

Espero ansiosa sus comentarios nwn

Miel de loto-juju


73.5

Agarrotado sobre el futón blanco, dejó que sus ojos se cerraran pesadamente, la cortina de su cabello se desplomó justo como él, en una espesa negrura que no concordaba con el fondo blanco.

Estaba adolorido, cansado, y probablemente Mu Qing iría luego para darle un vistazo, debía de estar despierto para cuando llegase el momento de encontrarse con él.

Este pensamiento persistió en su mente a pesar de que cayó rendido, dormido al instante de golpear contra la tela.

Soñó con algo conocido, e incluso casi olvidó que era un sueño.

En realidad, pensó que todo lo que había pasado antes de esta escena era un sueño, el mundo onírico en el que estaba era lo que estaba pasando, ese era su mundo, su momento... Ese era el lugar donde debía estar.

No estaban en la Casa de Bambú, de hecho, ni siquiera estaban en las Cumbres o en la Montaña Cang Qiong, estaban en la Cueva donde se encontraron con los súcubos.

Las paredes estaban húmedas, y debido a que había sido parcialmente destruida ya no estaban aquellas luces que los súcubos habían puesto para mantener una apariencia onírica. Estaban en la misma situación que hace unos años, empapados y esperando a que sus túnicas se secaran.

Esa persona también seguía a su espalda, y él podía escuchar a esta persona, podía escuchar claramente el palpitar de su corazón, no importaba que estuviesen a unos pasos, incluso el crepitar del fuego fue demasiado dulce.

Se preguntó si podía girar a ver a esta persona, sí no desaparecía al hacerlo, sí no seguiría tan molesto como para no querer verle y por ende irse a los brazos de aquel imbécil que en algún momento había sido su discípulo, y que no era más que una bestia.

Sin embargo, no quiso descubrirlo; en esta ocasión el fuego siguió con su danza, y las ropas se secaron, pero ambos se dieron la espalda, ninguno fue por la ropa antes que el otro, no se movieron.

Para Liu Qingge era algo implícito que, de moverse, esa persona se iría corriendo, y no quería que lo hiciera, en sus oídos resonaban ambos corazones, el otro como si estuviera justo a su lado, latiendo fuertemente era difícil diferenciarlos.

Parecía que no estaba molesto y que seguiría a su lado, el abanico se secaba en medio de ambos.

Jamás le había escuchado cantar, aunque sí solía tararear en los viajes cuando estaba completamente inmerso en su mundo, melodías completamente desconocidas para él, casi sin sentido.

Estaba tarareando ahora, su voz grave no quedaba en absoluto para la música porque se quebraba por momentos o se volvía ronca, era un muy mal cantante, pero no lo calló ni se movió para que este sonido se detuviera, en esos momentos simplemente quería deleitarse con ese sonido.

Liu Qingge había cerrado los ojos, estaba bien así.

El que fuera tan imperfecta sólo le hacía que quedase claro que aquella era, verdaderamente, la voz de esta amada persona.

Tuvo un pensamiento extraño, era tan extraño que casi no pertenecía a sí mismo, pero lo susurró como únicamente pueden hacerse en esas situaciones.

La mejor de las escoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora