—Te vez preciosa—La sonrisa torcida adornaba los labios de Evan.
—Gracias—Dije suavemente. Me detuve de golpe justo cuando termine de bajar las escaleras de casa.
Evan aminoro la distancia y con paso tranquilo quedo a pocos centímetros de mi rostro. Basto sólo esta acción del chico para que cada músculo de mi cuerpo se tensará y mi pulso comenzará acelerarse sin recato.
—Bien... es hora de las reglas —Dijo Van mientras interrumpía la acción de ojiazul.
—¿Reglas? —Giré la mirada a Van agrandando éstos un poco.
—Si. Reglas—Afirmó Van y una fina línea marcaba sus labios y su mandíbula ligeramente tensa.
—Van.. por favor, ahora no—Dije haciendo una ligera negación.
—No te preocupes, Elizabeth. Te escuchamos —Dijo Evan mientras me tomaba ligeramente de la mano.
Asentí ligeramente a Evan y los tres caminamos hacía la sala. Dónde cada uno tomo asiento en espera a que Van hablara.
—Nada de llegadas tarde. Más tardar aquí a las 12:00 a.m. Avisarás a mamá cada vez que vayas a salir. Y prohibido quedarse solos en casa o que tú —Su mirada reposaba en Evan —subas a tu habitación —Su mirada se dirigió a mi — ¿Quedo claro?
—No te preocupes. Lo hemos escuchado—Evan hablo —Mis intenciones son las mejores. Elizabeth —Giro a verme —Elizabeth en verdad me importa y no haría nada para arruinarlo —Evan volvió a dirigirse a Van.
Las palabras de Evan tomaron por sorpresa a Van. Y allí se encontraba él, mi hermano con su ceño ligeramente arrugado, mientras nos observaba con fijeza.
—Bien—Se aclaró la garganta antes de ponerse de pie—Lo acepto —Dijo sin más.
Y allí estábamos el ojiazul y yo, sorprendidos a partes iguales debido a su aceptación y por no haber más regaños por parte de mi hermano. Los tres nos quedamos en silencio unos segundos cuando la puerta de casa estaba abriéndose dejando ver a mamá. Se veía mejor. Por lo menos ya no estaba todo el día encerrado en su cuarto. Ahora ya salía de su habitación y por lo visto también de casa. Al verla entrar me dirigí hacía a ella con paso apresurado y la aprisione en mis brazos.
—Saliste...
—Salí a tomar aire, hija—Se encogió de hombros —¿Tenemos reunión?
—Señora Portman.
—Por favor no me digas señora —dijo mi madre mientras negaba ligeramente con el rostro—Sólo Natalie
—Por supuesto.
—¿Van a salir?
—Si. Llevaré a Elizabeth a cenar. Claro si usted me lo permite—Finalizó
—Oh claro. Vayan tranquilos y diviértanse.
—Elizabeth, madre. ¿Nos dan unos minutos a solas a Evan y a mí? —Hablo Van.
—Claro. Vamos hija—Mi madre mi observaba con impaciencia y yo todo lo que pude lograr fue un asentimiento.
Mi madre y yo nos dirigimos a la cocina dejando solos a Evan y Van. Debo admitir que aquello me molesto. Ya que ¿Por qué lo que tenía que decirle a Evan no podía decirlo enfrente de mi?
No me quedo más que aceptar la petición de mi hermano y aguardar a que ellos terminarán su charla. Luego de unos largos minutos, Evan me tomó del brazo.
—¿Nos vamos? —La voz de Evan
—¿Está todo bien?
—Lo está—Dijo sin titubear.
—Diviértanse —Dijo mi madre mientras tocaba ligeramente mi hombro.
*******************************
***************************************
ESTÁS LEYENDO
Patinadores de hielo
DragosteElizabeth Portman vive en una pequeña localidad dónde el clima es de bajas temperaturas. Desde temprana edad ella entrena patinaje artístico junto con su entrenadora Emily, una ex patinadora olímpica que desaparece repentinamente ocasionando en Eli...