Elizabeth Portman vive en una pequeña localidad dónde el clima es de bajas temperaturas. Desde temprana edad ella entrena patinaje artístico junto con su entrenadora Emily, una ex patinadora olímpica que desaparece repentinamente ocasionando en Eli...
—Gracias.. —Mi voz salió suave—Por lo del otro día —Finalicé
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—¿De qué hablas? —Sus facciones dibujaban a un confundido Lorenzo.
—Por lo de mi hermano, el otro día.. tú.. me defendiste. —Una media sonrisa salió de mis labios.
—Si, claro. Eso —De nada—Regreso su mirada al móvil que sostenía entre sus grandes manos.
—Bien.... —Dicho esto, me gire sobre mis talones.
—Espera... —Giré nuevamente mi rostro para poder observarlo —¿Si?
—Los matrimonios apestan. Y también los padres. Pero —Se detuvo un momento para ponerse de pie —¿Sabes que apesta más?—Mantuve silencio—La autocompasión. Lo superarás y seguirás adelante. —Sus palabras no vacilaban ni un poco.
Mis ojos se abrieron como platos, sorprendida por aquellas palabras sin una pizca de empatía en ellas. Ignorando si aquellas palabras podrían lastimarme o no. Lorenzo camino con sigilo hacía a mí quedando a pocos centímetros de mi rostro.
—Lo harás —Sinceridad y determinación en sus ojos.
—Hola—La voz de Evan resonó
Giré mi rostro para observar a Evan de pie en la puerta del salón. Giré mi rostro a Lorenzo quién permanecía observándome aún con una mirada que no sabía cómo interpretar, me pasó de lado para retirarse de la escena. Tragué con dificultad aún un poco fuera de sí por aquellas palabras. Nuevamente me dirigí a Evan con una pequeña sonrisa de labios cerrados.
—Hola
—¿Todo está bien? —Preguntaba Evan por el silencio que se había acumulado en el salón.
—Si.. Todo esta bien.
—Wow.. es grande aquí —Evan movía su rostro hacía todo el salón observándolo.
—Si —Sonreí con obviedad —Es el salón de entrenamientos físicos. Somos muchos—Agregué.
—Elizabeth... necesitamos hablar.
—¿Sobre qué? —Eché un pequeño suspiro.
—Sobre nosotros—Entrelazó su mano con la suya.
No voy a negar que todo lo sucedido en las últimas semanas me tenía completamente abrumada. En menos de 6 meses toda mi vida había dado un giro de 360 grados. Mis padres estaban divorciándose, vivíamos ahora Van, mamá y yo en casa. No sabíamos nada de papá, que había sido de su vida en estas últimas semanas. Los regionales estaban tan cerca. Y Evan formaba parte de todo aquel cambio. Había llegado a mi vida en momentos realmente difíciles y se había hecho presente dándome todo su apoyo. Su presencia se estaba volviendo una adicción para mí. El azul de sus ojos, el poder sentir sus labios en los míos. Y en verdad todo aquello me daba miedo. Hacía mucho tiempo que no me abría con alguien, no desde mi última relación. Aunque fue un romance de adolescencia y no duró mucho tiempo. Recuerdo como todo aquello me hizo sonreír, pero también tristeza. Cuando miré a mi antiguo novio paseándose con aquella chica por todo el instituto. Me sentí una tonta y me juré nunca volver dejar entrar algún otro chico —Una pequeña risa se asomó en mis labios—Ya no era más esa chica. Había crecido y dejado atrás todo aquello. Había tomado todos aquellos momentos amargos de mi primera relación, dejándolos ir. Y la idea de darme una oportunidad de conocer a otro chico volvió cuándo conocí a Evan.
Recuerdo al abuelo decirme, que todos tenemos un alma gemela rondando el por mundo, esperando encontrarse. El destino se encarga de que esas dos personas se encuentren. De esos amores pasionales, aventureros, que te mueven el piso. Evidentemente algunos terminan. Cómo papá y mamá. Pero después pienso, tal vez ellos no eran esas almas gemelas. Tal vez ellos sólo fueron de esas personas que llegan para enseñarte algo y luego se van, para después coincidir con aquella persona. Yo deseaba, todo aquello que una vez me contó el abuelo. Una persona que me haga sentir toda esa experiencia única. Esas mariposas en el estómago cuándo lo vez, el nerviosismo y toda aquella energía eléctrica que te genera tan sólo escuchas su voz y cómo esa misma energía eléctrica se intensifica si éste te toca. La manera en como viaja por todo tu cuerpo.
Todos esos sentimientos cabían en una sola palabra. Evan.
di un ligero apretón a su mano y le brinde una sonrisa.
—Vamos —El azul de sus ojos me invito a seguir a cualquier lugar.