08 "Estás de broma, ¿no?"

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Lo hice, expulsé todo. Con miedo, con las entraña revueltas, si me creyó.

—Tranquila, ya, deja de llorar. Aquí estoy amor... shh —me acaricia la espalda, estoy aferrada a su cuerpo, escondida en su cuello llorando en silencio.

Le conté todo, lo sabe absolutamente todo. Ya me pidió disculpas por haberse enojado por los chupetes, ahora el miedo me domina, estamos en mi cuarto sobre la cama abrazados y estoy en estado de paranoia.

En cualquier momento puede entrar a mi habitación el demonio y sería un desastre para los dos.

Lo abrazo con más fuerza, aspiro su perfume embriagante que logra tranquilizarme un poco. Suspiro cerrando los ojos, también sorbo mi nariz.

—Duerme un rato, bebé, Bill vendrá en una hora por nosotros.

—¿Y-y si... Ian llega? —en verdad le tengo mucho miedo, no sé qué es capaz de hacer.

—Yo te protejo, duerme —intenta tranquilizarme.

Besa mi frente, nos acomodamos acostados en su totalidad en mi cama, yo pongo mi cabeza sobre su pecho, subo una pierna a las suyas mientras lo abrazo por la cintura y él me rodea con ambos brazos.

Tras mimos en mi brazo constantes no tardo en dormirme viendo por última vez la puerta de mi habitación.
.

.

.

Me zarandean, despierto de golpe asustada.

—¿Amor? —parpadeo, jala de mi brazo y me dejo arrastrar fuera de la cama tambaleante—. Ya llego Bill e Ian no deja de llamar a tu teléfono, vámonos.

No siento mis piernas, casi me voy de boca, pero él me sostuvo.

—¿Qué tienes? —toma mi cabeza que se quedó colgando—. ¿Te sientes mal?

No respondo, mi boca está pegada y me siento débil para afirmarle con la cabeza.

—Bien, te llevaré a un doctor, pero primero debemos salir de aquí —me toma en brazos como recién casados, veo borroso y su voz viene y va.

Parpadeo varias veces sin poder concentrarme. De repente tengo mucho frío, estrujo la camisa de Joel y él me sujeta con mas firmeza.

Estamos afuera, trago saliva y logro separar mis labios, tengo la sensación de fea en mi pecho, algo malo está por pasar.

—¿A dónde la llevas? Dámela —esa voz tan grave y se escucha enojada—. ¿Chris?

Mis bellos se erizan, un nudo se forma en mi garganta y mis ojos lagrimean.

No me toques, demonio.

—Ocupo llevarla a un doctor, me hablo que se sentía mal y la encontré desmayada —habla Joel desesperado y comienza a moverse.

—Tenemos un doctor, métale a la casa y llamo.

—Me la voy a llevar.

—¿Qué sucede hijo? ¿Por qué está más blanca que el papel? —quiere saber Biil.

Solo puedo escuchar y tratar de ver bien, sigo temblando porque tengo un frío horrible.

—Luego te cuento... oye, suéltame.

—No te la vas a llevar —intercepta Ian—. ¿Chris? Levántate y entra a la casa.

Me es imposible, siento una mano fría enroscarse en mi pie... pero el tacto no dura mucho.

—¡Déjala en paz, sé lo que le has estado haciendo, maldito enfermo! ¡Está así por tu culpa!

—Yo no le he hecho nada, la muerte de nuestros padres la tiene así. Es normal para alguien tan débil y sentimental.

La obsesión de Ian ©  [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora