10 "Hola, mi Cricri"

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Estamos muchas personas comiendo en la gran mesa, entre los individuos que nos acompañan se encuentra Ian, me ve de vez en cuando serio. No lo veo directo y aunque mi mano con la de Joel estén sudando, no la suelto ni un segundo.

Tengo miedo, exageradamente.

Pero no dejo que me venza, mejor miro a las otras personas, son jóvenes, rasgos definidos, sin arrugas, altos, algunos musculosos, no hay nadie que le esté llegando a la edad de Bill.

Y el señor ya se le marcan sus años.

Lo más curioso es que no hay mujeres, soy la única entre 11 hombres. He recibido miradas de todos cuando llegábamos apenas, ahí sí mire a los ojos a Ian, pero algo fugas porque me pegue como chicle a Joel.

—¿Ya terminaste? —respingo por su repentino susurro, me giro con él y asiento—. Vámonos.

—Si.

—Gracias por la comida, estuvo muy rica. Es hora de retirarnos.

Avisa, nos levantamos y pasamos por el lado de su padre para evitar cualquier cosa.

—En una hora en mi despacho —dice tronando sus dedos, Joel asiente y salimos de ahí.

Sé que me estaba viendo mi hermano siento su mirada clavada en mí.

¿Qué estará planeando? ¿Qué piensa con su retorcida mente?

—Tenemos una hora y ya creo que nos vemos hasta la noche —entramos a la habitación, eructo silenciosa y sobo mi estómago—. ¿Qué hacemos?

Es claro lo que quiere, sus indirectas son muy directas con estos besos que empezó a darme en el cuello, tan húmedos y cálidos.

—Pues pienso en digerir la comida —suelto sin pensar.

Eso lo hace reír tan ronco que eriza mis vellos del cuerpo.

—Yo quiero postre —camina conmigo, retrocedo con cuidado y lento.

—¿Y por qué no bajamos por algo? —su sonrisa se hace más grande, río leve—. ¿Qué?

—Tu eres mi postre —confiesa mordiéndose el labio.

—¿Yo? —ahogo un grito en cuanto caigo a la cama boca arriba—. No soy comestible, bebé. Lo siento.

—¿Ah, no? Eso lo decidiré yo —se trepa encima de mí, sonrío y nuestros labios se unen.

Una menta nos caería bien, aunque no están incomodo, no después de minutos.

Muerde mi labio inferior y se lo lleva suavemente, baja por mi comisura, dando besitos pequeños, con una mano me sujeta un lado del rostro moviéndolo a su antojo.

Mientras yo acaricio su vientre marcado, hombros y la espalda. Es tan parecido a Ian, misma altura, complexión y manos.

Lo único que me salva de no volverlo a imaginar sobre mí es su cabello largo castaño y sus hermosos ojos dilatados verde oscuro.

La hora sí que la disfrutamos y al final obtuve mi postre, un rico pay de fresa helado. Me lo comí enrollada en la sábana con mi cuerpo desnudo y calientito, nadie puede entrar más que Joel al cuarto.

Está bajo llave y él es el único que la tiene.

También me dijo para no sentirme insegura que dejaría a un hombre de su confianza para que me cuide fuera del cuarto armado. Así que puedo respirar a gusto, estoy protegida.

Saboreo cada bocado, está tan rico. Dani lo preparo, me lo tuvo que recalcar mi novio como siempre.

Dejo el plato de vidrio pequeño sobre la mesita de noche y me levanto a tomar una ducha rápida, meterme por unas largas horas a la tina, no tengo vino ni lo he tomado nunca, pero si un vaso de jugo de naranja.

La obsesión de Ian ©  [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora