1.12 𝘊𝘢𝘱𝘪𝘵𝘶𝘭𝘰 𝘥𝘰𝘤𝘦.

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—¿Qué fue todo eso?.—Le preguntó Edward a Antonella mientras la jalaba del brazo, hablando lo suficientemente bajo como para que solo ella le escuchara.

—¿Cuál es tu problema?.—Su tono era igual de duro que el de Edward, incluso más.

—¿Mi problema?, ¿Cuál es problema?, ¿Tanta envidia le tienes a Bella?.—Una risa descarada salió de la boca de la pelirroja mientras apuntaba a Edward y después a Bella que se encontraba en la sala.

—¡Envidia dices!, Ay, que divertido eres Eddie.—Él solo la miró molesto, las cosas con esa mujer se estaban saliendo de control últimamente.—Si no fueras tan idiota ya estarías en mi cama.—Se acercó peligrosamente a él, rodeando su cuello con sus brazos, haciendo que sus bocas estuvieran a milímetros.

Edward podía sentir una presión creciente en el pecho, como cuando era un crío enamorado y algo emocionante pasaba. Sus alientos se mezclaban y la mirada de ambos se había hecho más oscura. Se deseaban. Edward tenía unas ganas inmensas de romper todo su traje y follarla ahí mismo en la cocina.

—Vaya..., qué atrevido eres Eddie.—No resistió más la tentación y la apretó fuertemente contra él, juntando sus labios en un beso feroz, apasionado y desesperado.

La estúpida humana ni siquiera se le cruzaba por la mente, solo podía pensar en Antonella, en lo delicioso que sabían sus hermosos labios rojizos, con un apetitoso sabor a sangre. ¿Cómo sabría todo lo demás? Fue lo que se preguntó.

La empujó contra la isla de la cocina, una de sus manos viajó hasta su nuca, manteniéndola unida a él, y la otra iba desde su cintura hasta su trasero, apretando como se le diera la gana, haciendo que sus pelvis chocaran.

Antonella soltó un pequeño gemido cuando notó la erección de Edward bajó el pantalón, y ahí cayó en cuenta.

   ¿Pero qué estoy haciendo?

Se separó bruscamente de ella, quien le miró con una sonrisa burlona, dejándole ver sus perfectos colmillos. Si esto seguía así no podría resistir mucho tiempo.

Salió de la cocina con rapidez mientras ella aún respiraba un poco agitada y se acomodaba el cabello.

—Pues... no parece ser un vejestorio.

Sacó otra paleta de su bolsillo y se la metió a la boca. Salió de la cocina, el sonido de los tacones llamó la atención de todos, Antonella se abrazó a Carlisle mientras miraba a Laurent.

CULLEN | Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora