3.2 𝘊𝘢𝘱𝘪𝘵𝘶𝘭𝘰 𝘥𝘰𝘴.

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El séquito de vampiros se movió hacia la casa rápidamente, aún seguían riendo por la broma de Edward en forma de poema, Antonella había confesado que había sido muy ingenioso y le había gustado ese toque de humor, aunque confirmó que eso no era suficiente, que no se lo dejaría tan fácil. Porque claro, Antonella no era una mujer fácil.

Las risas se apagaron rápidamente cuando vieron a Carlisle parado en el umbral de la puerta con expresión seria.

     Necesitamos hablar. Todos.

Apresúrense.—Todos se movieron de un suspiro hasta Carlisle.

Los vampiros entraron en la casa esperando a que hablara.

—No sabía que hoy tenías día libre.

—No lo tengo, vine a mostrarles esto.—Carlisle le entregó un periódico a Antonella. El título estaba en letras grandes y llamativo, las noticias de Forks.

"SE ELEVA EL NÚMERO DE VÍCTIMAS MORTALES, LA POLICÍA TEME LA IMPLICACIÓN DE BANDAS CRIMINALES"

Antonella leyó en voz alta y dejó salir un susurro en forma de maldición en ruso. Carlisle había estado llevando una investigación por varias semanas ya que Antonella y Edward habían ido a Italia, claro que la pelirroja ya se había enterado.

—Esto podría tener conexión con tu visión, Alice.—Le dijo Edward, no era nada seguro que fuese así.

—Debe ser un neófito.—Todos dirigieron su atención a Jasper.

—¿A qué te refieres?

—Ahí están todos los signos, las desapariciones insólitas, siempre de noche, los pocos cuerpos recuperados, si..., un neófito.

—Loco y sediento de sangre.—Antonella suspiró y dejó caer el periódico en el piano que ya había sido remplazado.

—Y parece que nadie se está haciendo cargo de él.—Ahora las miradas habían caído en la pelirroja, quien veía fijamente el papel.—Y no es nuestro problema, no podemos preocuparnos por esto hasta que no esté remotamente cerca de casa.

—Aunque quisiera no puedo hacer nada.

—¿De qué hablas?

—Antonella no tiene privilegios fuera de Europa, amenos que esté acompañada de uno de lo cuatro reyes. O como último recurso cuando le encomiendan misiones o ella toma misiones por su cuenta.—Les explicó Carlisle, Antonella se dió la vuelta de brazos cruzados y se apoyó en el piano mientras miraba sus tacones.

CULLEN | Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora