Treinta

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Katherin, una vez calmada y creyendo que se la veía bien y nadie notaría que había llorado, se dirigió a donde se encontraba Gaara con su hijo para recoger a éste y regresar a su hogar. Gaara cuando entregó a Neil suspiró aliviado y el niño rió, cosa que hizo estremecer al chico mientras procedía a reunirse con Justin, aliviando la tensión que dominaba su cuerpo a medida que se alejaba del pequeño asesino. El niño, en un tenso silencio, escudriñaba a su madre adoptiva de un modo inquisidor, cosa que ella percibió pero mantuvo el silencio y encaminó hacia su mansión. Algunos curiosos se habían quedado cerca mirando al hombre y la mujer hablando en una cercanía bastante llamativa y ahora veían como Gaara casi corría a por Justin y, nada más llegar, empezaba a hacer gestos y poner caras de enfado.

— ¿Qué ha pasado? ¿Qué quería? ¿Por qué he tenido que quedarme con ése? ¿Sabes el miedo que he pasado? —Disparó nada más llegar a la vera del alcalde.

— Tranquilo, Gaara, respira y relájate —le dijo manteniendo la compostura.

— Sí, ya... Cuenta —le insistió.

— Lo sabe —soltó sin más.

Durante un momento, Gaara dejó de respirar. Observaba a aquel hombre frente a él, al que casi veía como a un padre pues el suyo era un borracho que desapareció menos de cinco años atrás y que nunca desempeñó su papel. Lo miraba esperando que le dijera que bromeaba o algo así, pero eso no sucedía, tan sólo lo observaba fijamente a los ojos lleno de seriedad y preocupación.

— Que sabe ¿qué? —Preguntó confundido el chico.

— Sabe que su hijo es el asesino —dijo con firmeza y de modo resumido.

— ¿Cómo? —Preguntó acercándose aún más a él y bajando su tono de voz.

— No lo sé, simplemente lo sabe. Tenemos que buscar el momento de poder hablar con ella a solas, cuanto antes mejor. Quizá cuando sepa todo y procese toda la información nos dé permiso para recuperar los cuerpos de Debbie y John y con suerte todo termine, aunque no lo tengo muy claro.

— No creo, ese niño nos quiere a todos muertos, Justin. Se le nota cuando lo miras, más aún cuando él nos mira.

Un gesto que denotaba el pesar que sentían se pudo ver desde donde les observaban, pero nadie se acercó ya que creyeron que sería mejor hablar y descubrir qué sucedía al día siguiente. Así, empezaron a marchar a sus hogares las pocas personas que quedaban en las calles de aquella oscura localidad. Los dos varones se despidieron y se alejaron uno del otro también, cada cual en su dirección correspondiente.

En realidad ya nadie quería que llegase la noche para descansar, pues temían no despertar por la mañana o, peor aún, despertar mientras los asesinaban. Sabían que el Vengador seguiría con su objetivo y no descansaría esa noche; demasiado se había regodeado cuando estaba junto a su madre presente en su reunión como para que creyesen eso. No eran tan ilusos.

Katherin saludó a su esposo al llegar a la casa, dio la cena a Neil sin centrarse demasiado en él, pues estaba en su propio mundo imaginando miles de teorías sobre ese niño y sobre lo que sucedía. La charla con Justin le había abierto los ojos que ella intentaba mantener cerrados y sabía, con certeza absoluta, que cuando tuviera ocasión de saber todo lo que había de trasfondo en aquella historia en la que se veía envuelta, todo su mundo cambiaría.

Dio un breve baño al chiquitín y le puso ropa limpia, preguntándose con qué manchas se encontraría por la mañana. Después, lo llevó ante Drazic para que le diera un beso de buenas noches y lo acomodó en su cuna, bien arropadito. Le besó la frente y se despidió de él, sin sonreír ni mostrar tan sólo una tenue sonrisa. Él no pasó ese detalle por alto y la miró a los ojos en silencio, sin emitir sonidos o balbuceos como solía hacer como agradecimiento por cuidarlo, pues sus padres reales cuando se comunicaban con él le repetían, una y mil veces, que debía cuidarla y agradecerle el amor y la atención que le brindaba.

Ella salió del dormitorio y se dirigió al aseo, a darse un baño que consideraba más que necesario y ponerse un pijama para, a continuación, acostarse y dormir, si es que podía. No se sentía capaz de pegar ojo, estaba demasiado absorta en su mundo de inquietudes y tenía el presentimiento de que, aquella noche, él marcharía de nuevo y al amanecer encontrarían nuevos cadáveres. ¿Podía hacer algo para evitarlo? Aún no sabía de dónde surgió toda aquella situación y, sin saber la verdad pura y dura, poco podía hacer para ayudar o detener a su hijo. Ya no lo podía ver del mismo modo, lo quería pero lo temía y estaba confusa por ello. Era un asesino; extrañamente un bebé era un asesino en serie, era inconcebible y lo sabía. ¿Qué debía hacer? ¿Qué debía creer? ¿Qué debía sentir?

Pasó el rato y Drazic finalizó todas las llamadas telefónicas de aquel día y se metió en la cama. Ella salió del baño y, una vez vestida, se metió entre las cobijas sin mediar palabra. Él la notaba rara, demasiado silenciosa, apagada, poco entusiasmada y como si estuviera sumida en un mundo de dudas en el que él no tenía permitido entrar. Prefirió no molestarla y simplemente le dio un beso de buenas noches, al que ella no respondió, y se volteó para proceder a descansar.

El municipio se sumió en el silencio de la noche y la oscuridad devoró el lugar sin remedio. Las campanadas se sucedían en su rutina, avisando a aquellos que las percibían de qué hora era y de cómo, inexorablemente, avanzaba la noche. Al sonar la campanada correspondiente a la una de la noche Katherin estaba despierta, con los ojos abiertos en medio de la negrura de su habitación, escuchando solamente la respiración de su esposo hasta que un nuevo ruido clamó su atención.

En el dormitorio de al lado, Neil se movía en la cuna; el sonido de las sabanas al recibir el roce la alertó. Ella, intentando no hacer ruido, se incorporó y se quedó quieta, en pie junto al lecho. Neil, a su vez, escuchó también el ruido proveniente del dormitorio de matrimonio e hizo como si nada, quedando quieto y con los ojos cerrados nuevamente, a la espera de que eso no se repitiese.

Drazic se movió en el interior de la cama al notar que ella se había levantado y ella aprovechó eso para dar unos rápidos y silenciosos pasos hasta la puerta de la sala contigua. Este hecho pasó desapercibido para todos y ella se sintió tremendamente aliviada, recuperando parte de confianza en sí misma, esa que la caracterizaba habitualmente.

El niño, tras unos segundos de profundo silencio, se movió nuevamente y se puso en pie, con los ojos abiertos y brillando como estrellas en aquella estancia. No vio a la mujer con tan sólo un ojo asomado por el marco de la puerta, desconcertada ante aquella luminosidad exteriorizándose del pequeño cuerpo e indecisa de si irrumpir en el cuarto o mantenerse ahí simplemente mirando.

Él enroscó sus pequeños dedos alrededor del barrote más fino de aquel mueble y levantó ligeramente sus pies del colchón, quedando así en el aire. Katherin lo vio con inigualable asombro e, invadida por la curiosidad, el miedo y la sorpresa, se internó en la estancia silenciosamente. Cuando él quiso darse cuenta de su presencia ella estaba ya a escasos pasos de la cuna, tan cerca que dando un paso y estirando los brazos podría tocarlo.

Clavó su mirada en ella, realmente sorprendido y desconcertado pues ahora no tenía claro qué debía hacer con ella. La mujer dio un paso y lo miró nuevamente, de arriba abajo, con la boca abierta casi desencajándole la mandíbula y los ojos como platos. Contenía la respiración, asustada. Quiso acercarse más pero no pudo y se quedó clavada donde se encontraba viendo cómo aquel pequeño cuerpo se levantaba más en el aire y se acercaba a ella hasta posicionarse frente a su rostro, cegándola con la luz que desprendían sus ojos.

Estaba aterrada. Se preguntaba qué haría él ahora que lo había descubierto, qué sucedería con ella, y pensó, tristemente, que esa noche le tocaba a ella.

Como hipnotizada loobservó y simplemente murmuró "Neil...". Él posó un dedo sobre su frente sindejar de observar sus ojos llorosos y la levantó en el aire, frente a él. 

✔️La venganza del diez de julio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora