Veinticinco

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Katherin y Drazic tuvieron ayuda durante esos días, sus amigos les ayudaron con los preparativos para su traslado y adaptación a la tétrica morada que acababan de adquirir y que, sin que nadie lo supiera, había sido decisión del niño; de aquel pequeño demonio satánico.

Los lugareños se dedicaron esos días a sí mismos, con calma, haciendo vida en sus hogares y atendiendo sus negocios como hacía mucho tiempo no lo hacían. Fueron unos días plácidos y bastante reconfortantes para todos.

La única velada que pasaron juntos fue una noche en que la recién llegada familia y sus amigos salieron a celebrar a la ciudad. Aprovecharon esa ocasión, a sabiendas de que no tendrían una mejor, para dar sepultura a Molly, Thommy, Altor y William, cuyos restos cadavéricos se hallaban en la antigua casita del párroco desde su colocación allí días atrás.

Al entrar a por lo que quedaba de sus cuerpos, el mal olor los tumbó de espaldas. Resultaba realmente nauseabundo respirar aquel hedor que no dejaba duda de la cantidad de muerte que albergaba aquel hogar en ese momento. Infinidad de bichos de todo tipo circulaban por aquella sala, rondando los plásticos contenedores de los niños incesantemente, intentando entrar a alimentarse de lo poco que quedaba de algunos de ellos y, aparentemente, no consiguiendo su objetivo. Sabían que allí tenían algo que comer pero no podían acceder a ello, aun así no cejaban en su empeño de aliviar el hambre.

Los humanos recogieron las bolsas y marcharon con paso firme y rápido en la oscuridad, ligeramente alumbrados por la escasa iluminación que provenía de las farolas situadas en las aceras. En pocos minutos se encontraban congregados en el camposanto, rodeados por el sepulcral silencio típico del lugar y de la mortecina luz que les regalaban los negros y escasos faroles repartidos por el recinto.

Cogieron lo necesario y comenzaron a introducir en cada pequeña fosa la cantidad de bolsas correspondiente, tras eso, procedieron a cubrirlos con tierra y terminaron la tarea dándole forma de pequeño montículo al material utilizado para cada una de las tumbas. Colocaron algunas piedras encima y, en la parte central de la agrupación de pedruscos, clavaron una cruz hecha con ramas finas y deshojadas, profundizándola lo máximo posible para que quedase asegurada. Rezaron por las almas de los difuntos, ya enterrados, marcharon de nuevo de regreso a sus casas y se despidieron hasta el día siguiente. Esa noche se sentían algo aliviados, pues habían cumplido una parte del acuerdo con las almas en pena, la que les había sido posible. Finalmente, siguieron cada uno con su vida unos días más, pues no querían reunirse hasta que se marchasen los invitados de los Rupit ya que merodeaban mucho por el municipio y no les apetecía en absoluto que escuchasen cosas indebidas.

Katherin paseaba un ratito cada día, acompañada de Neil, conociendo el lugar y respirando aire puro. Los habitantes de la villa los observaban con atención pero de modo disimulado y ella no se percataba de esa vigilancia ni siquiera mínimamente. El niño parecía un angelito, risueño y feliz, pero ellos sabían que no era así; sabían que era la cruel reencarnación de un demonio y que les traería problemas.

Llegó el día en que los amigos de Drazic y Katherin se marcharon y en su casa celebraron una fiesta para despedir esas breves vacaciones, armaron escándalo como adolescentes desbocados pero nadie se quejó. Al contrario, se alegraban de la celebración porque eso indicaba la vuelta a su no-normalidad, aunque sonase extraño.

Por la mañana el pueblo amaneció tranquilo y callado, pero de un modo agradable. La gente recordó que tenían dos citas ese día: la ceremonia de posesión de cargo de Justin como alcalde y una reunión en la plaza programada para después de la cena, así que se afanaron en realizar todas sus tareas. La ceremonia por la alcaldía la dejaron para ese día porque Katherin y Drazic quería asistir y esperaban a que se marchasen sus invitados, cosa que sucedía en ese mismo instante. Habiendo comido juntos por última vez, los foráneos empezaban a agruparse y cargar sus cosas en los vehículos, alistando todo para su inminente marcha ante la mirada de la pareja que estaba de pie junto al portón. En menos de diez minutos se habían marchado y se encontraban de regreso a Gennand.

✔️La venganza del diez de julio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora