Dieciocho

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Neil descansaba sonriente en los brazos de su nueva madre, ambos acomodados en el asiento trasero del vehículo conducido por Drazic. Acababan de ponerse en marcha hacía escasamente dos minutos, más retrasados de los que esperaban en un principio, cosa que no complacía, para nada, a Katherin. Drazic, nada más concluir la llamada, comenzó a cargar sus cosas al coche para poder ponerse en marcha. Ansiaban llegar ya y poner los pies en el que sabían sería su nuevo hogar y, emocionados, se explicaban sus ideas sobre la distribución de las salas y los muebles.

Los restos de Altor ya eran visibles por completo, pues ya habían retirado la tierra que lo cubría. Marcus entró en su tumba para sacarlos con cuidado, limpiándolos con un cepillo parecido a los de limpiar zapatos. En aquel agujero se veía una prenda, parecida a un pijamita de una pieza, y por las mangas y perneras del mismo asomaban sus pequeños huesecitos. Lo que quedaba de sus diminutos pies permanecía enfundado en unos patuquitos. Cuando estuvo listo, Marcus intentó moverlo pero los huesos ya no estaban unidos, simplemente restaban posados sobre la oscura tierra, húmeda y con pequeñas raíces recorriéndola libremente. Se dispuso a empezar a retirarlo, pero no comenzó. Miraba los restos, dolido, furioso consigo mismo por sus actos; lo que hizo fue deleznable, a pesar de querer proteger a quien lo era todo para él sabía que aquello había sido demasiado. Debió enfrentarse, pero... quizá hubiera muerto él, quizá ella, quizá todos... No podía perdonarse por ayudar con semejante barbarie pero tampoco se hubiera podido perdonar si Susy hubiera sufrido algún daño.

Dejó todos esos pensamientos a un lado, debía centrarse en enmendar sus errores y así lo haría, aunque sufriera por cada cosa que hacía. Pidió una bolsa para su cometido, al momento se la dieron y él fue introduciendo, pieza a pieza, al pequeño Altor. Recogió todos los huesecitos que quedaban fuera de la ropita y los insertó en la bolsa, después cogió la vestimenta con el contenido óseo y lo guardó también y, por último, los patucos con los huesecillos de los pies dentro. Los deditos de las manos se desmontaron al mínimo roce, así se vio obligado a buscar una solución y optó por coger la grava que quedaba debajo y levantarla llevando los restos consigo. Reunió esto con todo el contenido de la bolsa y la cerró con un nudo antes de salir del hueco en que se hallaba.

Mientras Marcus realizaba la exhumación del pequeño, la de William también avanzaba a buen ritmo. Justin había entrado ya en el lugar dispuesto a retirar sus restos, mientras las personas que habían cavado y dejado al descubierto al muchacho descansaban sentados en el jardín, algunos a la sombra que proyectaba el gran árbol de gruesas hojas que parecía retarles con su sola presencia.

La tierra extraída estaba recogida en carretillas en su mayoría, pues no cupo toda y el excedente permanecía apilado en un montículo a ras de la fosa correspondiente. Anthony se reunió con él allí dentro, bolsa en mano, y le dio una palmada en el hombro para avisarle de su presencia. Acto seguido comenzaron a recoger todo lo que podían ver. Llevaba tan sólo un pantalón corto y unos calcetines, todo lo demás quedaba al descubierto y empezaron por ahí. Hubo un par de costillas que parecía que permanecían unidas en la caja torácica, pero no había rastro de ligamentos ni nada de ese estilo pues todo había sido ya consumido por el paso del tiempo y, seguramente, larvas y otros pequeños seres vivos. Así pues, no había más que unos pocos huesos unidos y la tarea les llevó un buen rato aunque, gracias a que eran dos, se vio reducido considerablemente. Cogieron el pantalón, uno por la cintura y el otro por las perneras, y lo embolsaron junto a los restos recogidos previamente; cuando se disponían a recoger lo que quedaba de las piernas pudieron percatarse de que, en una de ellas, restaba una pequeña porción de musculo o similar. Ésta se encontraba en la parte baja, entre la tibia y el peroné, adherida a ambos y manteniéndolos unidos contra toda lógica. Era la única reminiscencia carnal que aún permanecía en aquel esqueleto, desafiando a un proceso de descomposición que había ya terminado de aniquilar todo tejido posible. Guardaron también esa parte y, por último, recogieron pies y cráneo. Una vez todo estuvo recogido, en dos bolsas pues no cabía en una, salieron de la fosa, cerraron los paquetes y se los entregaron a tres jóvenes, con orden de llevarlo directamente a casa del difunto cura y dejarlo con los restos de los mellizos, quedando así todos los hermanos juntos.

Gaara, Marvin y Brandon, cargando un paquete cada uno, salieron del jardín y giraron la esquina rumbo a la plaza mayor. Hablaban entre ellos sobre lo que llevaban hecho aquella mañana y lo macabro que era que los pocos habitantes que quedaban en su municipio se dedicasen a desenterrar muertos. En el jardín estaban recogiendo ya, por un lado se guardaban todas las herramientas que ya no se iban a necesitar para llevársela y, por otro, se procedía a devolver la tierra a su lugar. Marcus cogió las tres mazas que habían llevado a la casa y las bajó al sótano, pues eran para echar abajo la pared en la que se lapidó a los padres y aquel era el lugar donde debía dejarlas. Cuando subió de nuevo miró la hora y se dio cuenta de que faltaba escasamente una hora para la comida. "Aunque dudo que con todo lo que estamos viendo y lo revuelto que tenemos el estómago nadie quiera comer" pensó mientras se dirigía hasta donde se encontraba Susanna.

Los tres chicos dejaron sus cargas junto a Molly y Thommy y salieron de allí. Volvían a la mansión cuando oyeron el ruido del motor de un coche, extrañados aceleraron el paso para llegar lo más prontamente posible.

Los foráneos bajaron del automóvil y, muy sonrientes, entraron al gran jardín provocando una paralización casi automática de todos los presentes, que justamente en ese momento alisaban la tierra removida. Marvin, Gaara y Brandon llegaron justo en ese preciso instante hasta el muro y se quedaron perplejos ante la visita. Los pueblerinos no articulaban palabra alguna, estaban boquiabiertos; sus rostros se tornaron pálidos en cuestión de segundos ante la evidente sorpresa de la desconcertada pareja que, muy atenta y silenciosamente, miraba a toda aquella gente. No alcanzaban a comprender qué podía haberles dejado en tal estado al verlos; obviamente no sabían el verdadero motivo de su turbación y tampoco lo que habían estado haciendo aquella mañana o tan sólo instantes antes en su futuro jardín. El matrimonio Rupit les observaba ya con la sonrisa borrada de sus rostros, mientras los tres muchachos no se atrevían a entrar al terreno y se quedaron escondidos fuera, solamente escuchando por si alguien rompía el hielo y se decidía a hablar.

Habían olvidado que iban a regresar aquel mismo día. Por el amor hermoso... ¿cómo lo habían podido olvidar?

Una risa sacó a todos de su enortamiento, casi por arte de magia, Neil reía encaramado a su madre que ahora lo miraba embobada. Aquella risa tuvo dos efectos completamente distintos en las personas presentes; la pareja se destensó y miró con afecto al pequeñín y el resto de la pequeña multitud se agrupó y se puso más nerviosa aún, pues era sabido el miedo que el infante originaba en ellos tan sólo con su presencia.

El niño los miraba furtivamente, sonriendo con malicia, pero Drazic y Katherin no se percataban de ello en absoluto ya que para ellos cada cosa que su hijito hacía era una monería. La apocada muchedumbre sintió como sus corazones se encogían bajo su mirada, como si se los estrujase allí mismo sin siquiera tocarlos. Sentían como el temor les vencía y se apoderaba de ellos, pero debían reaccionar o aquello no acabaría bien.

Se preguntaban ahora cómo harían para sacar a John y Debbie de aquella pared en el sótano teniendo allí a los casi nuevos propietarios de la vivienda. ¿Qué hacer ahora? ¿Qué hacer con los restos ya recuperados? ¿Hasta cuándo deberían esperar para poder reunir a toda la familia y darles el descanso que tanto merecían?

✔️La venganza del diez de julio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora