Cinco

694 11 9
                                    

Esa mañana se presentó soleada y el ambiente se sentía limpio, como si la lluvia hubiera purificado todo al caer. En el municipio se realizó una reunión en el edificio del ayuntamiento, para ver si podían reunir algo de dinero y víveres para Brian, para que pudiera subsistir un tiempo hasta que encontrase un trabajo ya que, al quedarse solo, no le iba a quedar más remedio. Pudieron acordar algunas cosas, pero querían esperar a hablar con él para terminar de alistar todo dado que una familia se ofreció, además, a que viviera con ellos, pero en eso debía estar de acuerdo el muchacho.

Esperaban ansiosos su llegada, prevista para el próximo medio día, y esperaban que hubiera logrado deshacerse del pequeño diablo.

Mientras, cercano al pueblo al que se dirigía el adolescente, hubo un gran hallazgo. Un lugareño, mientras pescaba tranquilamente en el río, encontró algo que flotaba en el agua cerca de la presa. Dejó su caña y se acercó tanto como pudo para alcanzar aquello, fuese lo que fuese, y se llevó una enorme impresión al descubrir que era un infante. Se preocupó por la ausencia de movimiento en el bebé, el cual no lloraba ni respiraba, y creyó que podía haberse ahogado. Dejó allí sus cosas y, con el niño en brazos, corrió hasta la consulta del doctor.

Nada más llegar, examinaron al nene y lo reanimaron. Éste quedó bajo cuidados de las enfermeras después de que el pescador se marchase, regalándole una última mirada antes de partir y divagando sobre qué sucedería después con él y a dónde lo llevarían. No había certeza de que pudieran encontrar a su familia y decidió que, en caso de que quedase desamparado, quería quedárselo él y darle una buena vida. Al fin y al cabo, sentía que se la había devuelto al rescatarlo.

Fue a visitar al alcalde, amigo suyo de la infancia, para ver qué se podía hacer.

— Julian, ¿qué tal estás? —Le preguntó éste al verlo.

— Bien, Mike, bien —respondió Julian, el pescador.

— ¿Qué te trae por aquí?

Julian le contó lo sucedido, ante la atenta mirada de aquél que se limitaba a asentir durante la narración de lo que preocupaba a su amigo.

— ¿Por qué quieres quedártelo? —Inquirió Mike.

— Bueno, no sé, la verdad... Supongo que me siento en el deber de hacerlo. Ya le he salvado la vida, Mike, ahora, ¿qué será de él? —Suspiró antes de proseguir—. Una casa de acogida, ¡con suerte! ¡O un orfanato! Si no se sabe de dónde es, ni quiénes son sus padres, no hay información de él. ¡Y es recién nacido, se le nota! Podría darle una vida... Así no estará solo.

— Y tú tampoco, ¿verdad?

— Claro, Mike. Sabes que Emily y yo no pudimos tener hijos, y que desde que murió en aquel accidente de tren estoy devastado... —Se sinceró Julian.

Tras un silencio, breve pero intenso, se encaminaron los dos al hospital y, una vez allí, visitaron al neonato, hablaron con el doctor y llamaron al jefe de policía. Al último le pidieron que averiguase si ese bebé era de alguien de su localidad y, de no ser así, lo llevarían, tras su recuperación en el hospital, al convento hasta que Julian tuviera todo el papeleo organizado para poder adoptarlo. Julian se sentía eufórico, pensando que quizá podría quedarse con ese pequeñín.

Brian no dio señales de vida en el tiempo que le esperaron, así que decidieron ir en su búsqueda, aun sin saber muy bien cómo dar con él. Para ello, se organizó una partida de diez miembros, incluyendo dos policías y un médico entre ellos. Comenzaron a seguir el camino por el que le vieron alejarse y, al poco, pudieron localizar unas huellas en el barro seco de un lado del camino, colindante al bosque. Siguieron dichas huellas por todo el camino, creyendo que podrían ser las suyas. Cerca de una hora más tarde siguiendo su rastro vieron cómo éste se internaba en el bosque, cosa que les resultó extraña pero, aun así, se internaron ellos también con total calma y ningún miedo, puesto que no había ni un ápice de oscuridad al ser de día.

Se dividieron y escudriñaron el bosque por parejas, encontrando durante la exploración el paraguas junto a un tronco talado. También estaba allí el jersey que el chico llevaba anudado a la cintura cuando marchó, así que animados siguieron buscando pacientemente, hasta que se escuchó un grito.

— ¡¡¡Lenny!!!! —Se oyó entre los árboles—. ¡Ven aquí! ¡Cerca del río!

Lenny se dirigió hacia allí seguido de los demás, aunque no se les hubiera llamado a ellos. Interpretaron aquello como que había algo importante que debían ver. Se reunieron en aquel punto siendo Lenny el cuarto en llegar. Era uno de los policías designados a ir en esta ocasión, de los dos el más antiguo en el cuerpo y también el más mayor. Se quedaron todos paralizados, mirándose unos a otros, sin saber muy bien qué hacer, hasta que Lenny tomó la iniciativa.

Acababan de hallar el cuerpo de Brian, sin vida, en medio del lugar. Estaba ensangrentado y tenía marcas de una especie de garra en el pecho, el cual había sido perforado hasta llegar al corazón dejando un gran hueco al arrancárselo. Yacía con los ojos abiertos y los puños apretados fuertemente en medio de un charco de agua y sangre, de la que emanaba un muy desagradable olor, como una mezcla de humedad y óxido.

Lenny lo inspeccionó, comprobando si tenía sus pertenencias para eliminar la posibilidad de que algún loco le hubiera querido robar, pero tenía todo lo importante y esa opción se descartó. Estaba realmente helado, así que probablemente hubiera muerto la misma noche que se fue. Sus ojos, abiertos, eran expresivos aun habiendo perdido la chispa de la vida y parecían gritar el miedo que sintió el pobre a la hora de fallecer. Sus puños estaban apretados fuertemente, tanto que, al abrirle las manos para ver si sostenía algo, pudieron percibir que se había clavado sus propias uñas en las palmas. Aunque se lo propusieran, aquellas personas no podrían jamás imaginar siquiera los echos acontecidos en aquella arboleda.

Tras finalizar la inspección, fue el turno al doctor que había en el grupo, pero estaba claro que no podía hacer nada ni aportar dato nuevo al respecto.

— Sólo puedo confirmar lo que todos suponemos... Murió debido a que le arrancaron el corazón —dijo éste cabizbajo.

— ¿No pudo ser que se lo arrancasen después de matarlo? —Preguntó el otro policía.

— No, si así hubiera sido no sería tan sangrienta la escena, sería más sutil. No sé cómo explicártelo —enfadado consigo mismo por no poder explicarse bien, decidió no decir más.

— Tranquilo, debe ser por la consternación, al verlo así... —Intentaron animarlo. Él tan solo asintió.

— Poco más. Fue atacado, agredido hasta el punto de aterrorizarlo, y le abrieron el pecho brutalmente para sacar el corazón de su interior —finalizó.

Tras esto, inspeccionaron la zona buscando otras huellas y, sobre todo, al bebé. No sabían de su paradero y eso les preocupaba extremamente. Miraron por todos lados, incluso en el agua, pero no dieron con él.

Lo que sí encontraron fue, no muy retirada, una cadena de plata con el rostro de una virgen y un crucifijo. Pertenecía al chico, lo sabían bien. La cadena estaba partida en seis trozos y los colgantes chafados contra el suelo. Junto a éstos había un grabado en el suelo:

<<UN PEDAZO POR CADA UNO DE NOSOTROS>>

Un sudor frío les cruzó la espalda al ver escrito en el barro, cerca del cuerpo, una nueva amenaza. Habían estado tan concentrados en el estado del cuerpo que no advirtieron lo que había alrededor, ¡suerte que no lo pisotearon!

<<HEMOS DICHO QUE NO ATENTASEIS CONTRA NOSOTROS O TENDRÍAIS QUE SOPORTAR EL PESO DEL REMORDIMIENTO SOBRE VUESTROS ESPÍRITUS>>

Temblando, decidieron volver a sus casas y, durante el trayecto de vuelta, fueron montando y compartiendo sus caóticas teorías que, lamentablemente, coincidían. Según ellos y sus vivencias opinaban que el demonio reencarnado en aquel cuerpo diminuto fue quién terminó tan brutalmente con la vida del pobre chico. Imaginaban la agonía que debía haber vivido éste durante el ataque, peor aún, imaginaban al monstruo, porque eso era para ellos ahora, atacándolo y asesinándolo mientras se regodeaba por dentro y quién sabe si por fuera también. Respecto a la desaparición del bebé, decidieron que, si habían visto con sus propios ojos cómo se ponía en pie, bien era posible que marchase del lugar andando, más aún si había sido más fuerte que el adolescente y capaz de liquidarlo. 

¿Qué clase de monstruo era? Les resultaba inconcebible que existiera algo así.

✔️La venganza del diez de julio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora